Echadle la culpa al libro que estoy leyendo. Que es largo y absorbente y adictivo. Suya es la culpa de estos posts que parecen pausas publicitarias o vacuas maniobras de autopromoción. Que son, alguno de ellos, cortos ensayos sobre autores de largos ensayos, ya no sé qué nombre abyecto le daría a tal cosa, y que acaban degenerando en debates solipsistas sobre el sentido de la política y sobre el sentido de la pediatría. Mierda, las autoreferencias que aburren a las ovejas ya son lo último que debería aflorar.
Como los japoneses y los trabajos, cuando todo era diferente: encuentre un político y consérvelo toda la vida: recomiéndelo a amigos y familiares y haga lo posible para que integre la herencia familiar. Ríale las gracias y alabe a sus hijos y a sus nietos con la mínima excusa. Llegado el caso, retrátese junto a él y enmarque esa foto para ponerla en lugar de preferencia, en punto inicial de miles de conversaciones y anécdotas. No seré yo quien lo haga, por eso. Ni rey muerto, ni rey puesto. Necesitamos un cierto tiempo de anarquía.
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