diumenge, 30 de setembre del 2012

LOS TIEMPOS MUERTOS

No creáis que no me fastidia tener que andarme con excusas y explicaciones sobre la discontinuidad que parece afectarme últimamente. Sabed que si lo hago es porque también considero que incumplo al compromiso conmigo mismo: el de sentarme y refugiarme en escribir unas cuantas cosas un rato al día. Si no lo hago (sobre todo si no lo hago hasta llegar al punto en que las manos ya van solas) me siento algo intranquilo, pues iba a decir incompleto y eso sería ya muy pedante. Mira el hombre importante que no se siente realizado hasta que vomita parte de su bilis hacia el exterior. Sí: eso pensaría de mí mismo si me dijera incompleto por no escribir. Pongamos que necesito marcar una cajita de esas de los formularios, y acostarme sin poner algo junto a la fecha del día me lo impide.
Y no tengo por qué hablar siempre de cosas que me gustan o me entusiasman: un cierto sentido de la reciprocidad me obliga a leer dos libros en los últimos días, dos libros de esos cuya pila de páginas pendientes te miras constantemente pensando: no vas a vencerme, acabaré de leerte y verás lo que pienso de tí. En distintos matices, por eso, pero libros que te echan a los brazos de otros como si fuera un amante despechado: por el frío deseo del olvido del mal trago, y algo de sed de venganza.

Ruido de cañerías es una insípida novela negra de un escritor barcelonés llamado Luís Gutiérrez Maluenda. Que se autoproclama antiguo ejecutivo informártico entregado al bohemio arte literario por vaya usted a saber qué razones. Me envía su libro con una amable dedicatoria a la que, si soy justo y soy equitativo, debo responder con una crítica sincera. La sinceridad es un arte con vocación deficitaria: o aquello de las verdades y las amistades. Este libro es un refrito de toda una serie de novelas negras ambientadas en los bajos fondos barceloneses (o lo que eran los bajos fondos en algún momento), con detectives decadentes y antiestéticos en su atribulada existencia. No aporta nada que no se haya visto ya en algún lado, salvo incrustar (a martillazos, con poca gracia, con incluso diría que algún encubierto sesgo) a algún personaje de gran actualidad, en un fallido intento de aportarle atractivo por veracidad y contemporaneidad. No es así, y se convierte en un folletín solo unos pasos por delante de las novelas del oeste o las románticas: escritura a tantos céntimos la palabra, rellenado y alargamiento hasta las 250 hojas a base de hechos insustanciales y alargamiento de una trama que cualquiera comprende que no supera el merecimiento de un relato a incluir en cualquier recopilación de medianías.

El hombre que inventó Manhattan merece una distinción especial, pues donde el autor del libro anterior seguramente no sea más que un aficionado al género que es entusiasmado a publicar por su ego y una corte de amiguetes que le aplauden chascarrillos, Ray Loriga es otro especimen. Emparejado, e ignoro si la unión dura (esto no es la prensa rosa) con Christina Rosenvinge, rubia cantante de ascendencia danesa afincada en Madrid, dada a conocer como componente de un dúo de pop que en algún remoto año acudió a algún festival, creo, de Eurovisión. Ambos residieron, o residen, en NY. Ray Loriga es un señor obsesionado en parecer atormentado y auténtico: en mostrar una imagen poco sana y poco aconsejable: seguro que está unos días sin lavarse ni afeitarse antes de cualquier sesión fotográfica. Le gustaría ser sorprendido borracho en cualquier presentación y protagonizar una camorra de dimensiones descomunales y, seguramente, acabar con un par de cicatrices. Como no ha logrado consumar tan nobles objetivos, se dedica a escribir cargantes libros como éste, auténtico manual de despropósitos literarios y de clichés del más manido de los estereotipos underground: bares y esquinas de NY, personajes oscuros, mundillo sórdido de diseño y demás patrañas empaquetadas en un libro cuyo fin es consolidar lo que para Loriga sería el mejor de los cumplidos: acabar demostrando que, a base de vivir en NY y patear sus calles y someter a su hígado a sus licores, ya es un newyorker más, ya piensa incluso en inglés (por eso algunas de sus construcciones en castellano son tan torpes y obvias, claro) y, a poco que se descuide uno, es ya no un canalla sino una desaconsejable compañía. Alejen a este hombre de los niños. Y a mí, de sus insoportables libros.

dissabte, 29 de setembre del 2012

LA HERENCIA, parte 1

- ¿Pudieron ser las drogas, Joan?.
- ¿Qué drogas?.
- Va: no te hagas el loco. Nos conocemos no hace mucho, ya lo sé, pero no voy a hacerme el modesto contigo. Todo el mundo me conoce, todo el mundo sabe lo que pasé, así que la gente hablará, y, aunque me dé igual, quiero saber.
- ¿Qué quieres hacer, responder a la gente cuando te pregunte por qué vas a morirte?
- No, no quiero saberlo para responder a la gente. Quiero saberlo para responderle a mi familia. A lo que queda de ella, vamos.
- Pues si te vas a quedar más tranquilo, no tienen por qué haber sido las drogas.
- Joder con los médicos, qué poco aclaráis cuando no queréis.
- Ya estamos. A ver: las drogas no ayudan precisamente a mejorar la salud, chico. Pero de eso a pensar que el tumor te lo hayan causado, yo, honestamente, no diría eso. Lástima: sería una buena foto para una campaña, pero no: no morirás por todo lo que llegaste a meterte.
- Vale.
- Además cuánto hace que no tomabas nada.
- Años. Más de quince o veinte: creo que cuando mis hijos eran niños y ya se enteraban de los colocones. Entonces se acabó. Costó, pero se acabó. Finito.
- Pues no creo que tenga nada que ver lo de las drogas. Has enfermado por cualquier otro motivo: genes, o pura mala suerte.
- Pues vale. Me voy.
- Espera.
- Qué.
- Darle más vueltas sólo te impedirá disfrutar esas semanas. No lo hagas.

A veces se sentaba y apoyaba las manos con fuerza contra las sienes. Pensaba que eso le quitaba el dolor, lo pensaba ya cuando lo achacaba todo a una migraña porque bebía demasiado café. Ese día volvió a hacerlo, pero, mientras lo hizo, le dio por analizarlo todo. Ponía los pulgares a la altura de los párpados, hacia abajo, y con los otros cuatro dedos intentaba masajear la frente. Apretaba los pulgares contra los ojos como para impedir que entrase el más mínimo haz de luz y a veces pensaba que podía estar así diez minutos, quince, sin llegar a dormirse ni relajarse. Lo volvió a hacer, pero en algún momento el piloto, ese piloto que ya no se apagaría hasta que muriera, pareció indicarle algo.

"No dejes de ver lo que está a tu alrededor"

Él ya sabía que eso pasaría: que la angustia no iba a remitir. Mitigar la angustia. Había sido un especialista en eso toda su puta vida. Con drogas, con sexo, con sesiones de grabación inacabables donde nada parecía encontrar su sitio. Con fiestas, con conciertos, durmiendo en los asientos de los vuelos privados, casi vestido. La actividad había sido su antídoto contra la angustia a lo largo de su vida. El frenesí, su mejor medicina.

"Dentro de unas semanas descansaré"

Levantó algo la vista hasta alcanzar el teléfono y mantuvo el dedo sobre la tecla número 4.

-Dime.
-Ven.
-No vas a adelantarme nada.
-Ven, te he dicho.

Cuando sonó el timbre de la casa, miró el reloj y calculó el rato que había transcurrido, con él absorto, casi inmóvil, tan a solas con sus pensamientos que éstos habían constituido una multitud que le abrumaba. No servía para organizar las cosas, eso lo sabía desde muy joven. Por suerte, también desde muy joven, había dispuesto del dinero suficiente para que otros lo hicieran por él. Les había dado instrucciones claras sobre lo que hacer con todo lo que la discográfica le pagaba por los discos que vendía y los promotores por los conciertos que daba. No quería criados ni servicio ni gente esperando sus caprichos. No quería emplear ese dinero en negocios ni en especular con propiedades. No quería lujos ni ser tildado de superfluo. Quería ayudar a los demás, pero no quería que esa ayuda fuera publicitada, ni que nadie lo supiera. Ya que la gente le daba dinero a cambio de su música, él devolvía el dinero en medio del mayor silencio.

-Como mucho, seis semanas.

Se le quedó mirando, con una expresión de horror contenido que era imposible interpretar del todo: sí, era su abogado y el administrador de sus bienes, pero antes que todo había sido el amigo con el que se juntaba en casa a oír música. El de los primeros porros y las primeras noches de juerga, y también el que había preferido seguir el camino de estudios y carrera antes de escarbar en las simas de uno mismo en busca de talento. Era su álter ego prudente y cauteloso, el contrapeso que le había anclado al suelo hasta en sus épocas más turbias, aquellos últimos 80 de heroína y tatuajes y groupies, los de los discos que habían acunado el mito. Mientras él no era capaz de recordar qué había pasado la noche anterior, Oriol, su amigo del alma, aparecía calladamente y administraba los restos del naufragio. Por eso, por esos 40 años de amistad y de relación, Oriol sabía que justo entonces no iba a llorar, porque eso no estaba en el guión, aunque debería, aunque tampoco sería capaz de aguantar mucho rato.
Justo lo haría un rato después, en uno de los rincones del sendero que llevaba hasta la calle, donde había aparcado su coche.

-¿Puedes localizar a mis hijos?.
-No será muy complicado: andan los dos metidos en esa especie de carrera, sabes, la Gumball 3000, o algo así.
-Madre mía.

Nacho y Álex fueron justo un acto más de su estricto sentido de la justicia, el que había intentado aplicar con todo el mundo menos consigo mismo. Su madre fue sólo una de la multitud de groupies que se colaban en camerinos y en coches y en bares donde le encontraban a él y al resto de la banda. Que habían participado en caóticas y teatrales sesiones de sexo en grupo a las que invitaba hasta a los paparazzis que les seguían. Desnudos, pensaban, no podían llevar cámaras ocultas. Uno de esos paparazzis acabaría convirtiéndose en su tatuador oficial: el que había llenado todo su cuerpo de aquellos dibujos que sus fans imitaban e idolabraban. Así que, todos al lío del sexo y la droga y los amaneceres turbios y confusos. Pero él siempre había abierto los ojos antes de que todos despertaran, como para hacer un inventario y volver a cerrarlos reconfortado por pensar que ese modo de vida no hacía daño a nadie. Todos lo hacían por su voluntad. Todos follarían o se drogarían en cualquier otro lado. 
Un día, aquella chica apareció y dijo que se había quedado embarazada, que eran gemelos y que su conservadora familia no le permitiría abortar. Él la recordaba, lo comprendió, y decidió intentar hacer de ella la mujer de su vida. No pudo ser, pero lo intentó. Eso también le reconfortaba. Hizo lo que pensaba que tenía que hacer, aguantó unos años, y cuando los niños tuvieron unos seis años, se separaron pacífica y amistosamente. El que no hubiera podido intervenir en la educación de sus hijos más que con su dinero y con su presencia intermitente entre giras y conciertos era otra cuestión. Pero ya había hecho bastante.






divendres, 28 de setembre del 2012

LA VOZ

Pues Horacio me propina una muy oportuna patada. Ya no en la inspiración, pues sería pretencioso decir que la tengo (aunque no es menos pretencioso negarlo), sino en cierto sentido del amor propio que me acosa si contemplo en perspectiva el pírrico balance de las últimas semanas de este rincón escrito del universo. Trufadas de politiqueo, de las erráticas andanzas de Jesús, del vergonzante episodio en el que la invitada se presenta con una botella de buen vino cuando el anfitrión no ha empezado a hacer la cena, y de las puntuales presentaciones de música. Espejo de lo que soy, ja, pues llevo días en los que escribo y leo mal: o sea, no escribo con decencia y no asimilo bien lo que leo, por lo que salto de libro cual de flor en flor (a lo mejor, digo, debería pasar por la tienda y hacer la apuesta en firme que Las leyes de la frontera, nueva novela de Javier Cercas, tiene toda la pinta de ser), y esa vaguedad la compenso o la apuntalo oyendo mucha música, chafardeando mucho Twitter y, claro, asistiendo a esta especie de borrador de historia universal que es el proceso por el cual Catalunya tiene que acabar siendo una nación. Ni que decir lo excitante de esto último, excitante de una manera avasalladora. Y en un rincón de un comentario Horacio menciona a Trueba, estrábico de pro en el que nos hemos parado (curioso, no nos paramos en Kirchner, pero sí en Trueba) y sobre el compendio de jazz latino que es su película Calle 54. Y ese es el chispazo: me pregunto mientras vacío el lavavajillas, una de esas tareas domésticas que uno puede hacer con el cerebro completamente conectado a otra cosa, por qué no acaba de gustarme el jazz latino. Mientras los platos aún calientes pasan por mis manos elucubro sobre el tema y rápidamente pergeño una teoría: lo encuentro demasiado frívolo y demasiado sensual; como una música excesivamente orientada al baile y al apareamiento, como si estuviese diseñada para encajar con cierto esquema acercamiento-tanteo-cópula que me resulta toscamente simple. Horacio se encargará de dinamitar mi teoría simplista, pronto, espero: y mira que se tarda poco, cuando uno tiene energía, ganas, y los platos queman, en vaciar un lavavajillas.
Entonces paso a preguntarme por qué me recreo en músicas más retorcidas (en catalán decimos recargoladas: cargol significa caracol), en músicas más oscuras que no apelan tanto al lado sexual. Me pregunto si es que me he hecho mayor para mal. Porque uno de los discos que más oigo últimamente es An awesome wave de los Alt-J, y empezaría diciendo que jamás hubiera oído el disco de un grupo que se autodenomina como el atasco de teclado que se usa para introducir el símbolo de la letra Delta. Pero Sigma los colgó en su página de Facebook. Pero, en algún artículo que no logro encontrar, se les mencionó como un grupo influido puntual y levemente por la parquedad (la austeridad o la avaricia) de sonido de los XX. Lo cual es una sutil pero acertada comparación, pondré el ejemplo más estúpido del planeta, pero los auténticos yonkies de la música deberían comprenderme: los silencios de los Alt-J se parecen mucho a los de los XX. Son silencios que son preludios de estruendos o de lamentos o de llantos, son silencios significativos en las canciones en las que están insertados. Los Alt-J, leo, porque hay que documentarse un poco, no porque haya retomado cierta insana onda mitómana, son cuatro chicos blancos de Cambridge, estudiantes de artes, los cuatro con pintas de ser daltónicos, de dejar que sus madres les tejan los jerseys, de acumular lustros de virginidad contumaz, de ser capaces de recitar veinte pintores del expresivismo ruso del período entre guerras. Que supongo que un día, en una de esas cortas pero interminables tardes en las que cuatro nerds sin nada qué hacer se juntarían para comentar sus cosas, decidieron formar un grupo. Un grupo al frente del cual han puesto a un vocalista cuya voz será a la vez su marca y su escollo: extraña, nasal, un pelo irritante. Falsete extraño, que me trae a la memoria cosas tan distanciadas como a Ian Anderson de los Jethro Tull o el tipo que cantaba en esa especie de one hit wonder que fueron los Fine Young Cannibals. Los temas de su disco son auténticos caos hasta en su concepción y distribución: un tema a-cappella, uno sólo con guitarra o con piano. Para anotarse un guiño más a quien los compara con los XX, un primer tema llamado Intro donde amagan toda la paleta de sonidos: intensidad, distorsión, la voz.


Luego empieza ya una amalgama de influencias de todo pelaje: intensidad sónica enmarañada donde caben ritmos de piano como los que inician algunas canciones de los Coldplay, pero también influencias folkies, dubstep, canciones de acampada, bandas indie de todo pelaje como los Foals o los Atlas: bandas que son lo que parecen. Grupos de oyentes stajanovistas de discos que transparentan desvergonzadamente influencias tan dispares que acaban siendo mezclas originales. Como niños jugando a mezclar los restos de las bebidas mientras los adultos nos entregamos a la sobremesa.


Algo ha visto la industria en ellos que no ha visto en otros: su disco suena firmemente como candidato a un no por decadente menos significativo Mercury Prize: premio de la industria británica del disco que no siempre se ha decantado por apuestas comerciales y acomodaticias. Sus vídeos (incluso justo ése que alguno criticará que yo inserte aquí) no son los de cuatro aficionados con dos cámaras y el Filmmaker Pro pirateado de un amiguete. 



dijous, 27 de setembre del 2012

SONROJO, INFINITO SONROJO

No hagáis caso alguno al firmante de estas líneas. Os dirá que el verano ha estado algo movido a nivel familiar, que la realidad política está tan apasionante que eclipsa a cualquier ficción, con gente amenazando con bombardear, con torturar, con arrancar los ojos, con enviar tanques cañoneando a diestro y siniestro. Que el tema del cuento de Jesús está intentando reconducirlo, llevarlo por callejas de humedad y misterio y de gente que cierra puertas cuando oye pasos, de hacerlo atravesar pasajes lúgubres y tuberías goteantes para hacer que llegue a algún puerto con cierto sentido de la lógica, y del decoro. Pero el firmante ya no tiene credibilidad para soltar semejante patraña, ya no vamos a tragarnos esa cortina de humo, de falso humo generado por esas máquinas que se ponen en un rincón en los escenarios para tocar rock sinfónico o esperar que aparezca algún vampiro. El firmante lanzó una idea e, inseguro y dubitativo, pero ése es su problema, del firmante, digo, es el problema, pues la idea, también, digo, del firmante, quedó ahí, como quedan otras muchas cosas, y alguien la tomó del suelo, o de la repisa, o de un banco en medio de la calle, e hizo de ella lo que el firmante, ese cabrón, debería haber hecho si fuera como tiene que ser, si tuviera palabra más firme y más seria que las que escribe día a día, aquí, sin que nadie se lo pida.

http://10decorazones.blogspot.com.es/2012/09/mi-herencia.html




dimecres, 26 de setembre del 2012

INDEPENDENTISMO PARA PRINCIPIANTES

Bueno: Selene me pidió que hablara de separatismo.
Eso ya sirve como prefacio, por sí solo. Desde las posturas opuestas frontalmente a que Catalunya sea quien decida sobre su destino, no cabe esperar ya no colaboración, sino el mínimo respiro. Así que la palabra separatismo ya viene con su dosis de vitriolo incluida.

Por oposición a unión. Ejemplos : unidos venceremos, la unión hace la fuerza, no hay nada más lindo que la familia unida, unión europea. Bonito el concepto de unión, claro que es bonito.
El problema es cuando esa unión no es producto de la libertad de elección sino de la imposición de la fuerza: el derecho de conquista, la anexión, la imposición de autoridad, o eso tan reinterpretable a gusto del consumidor como es la historia.

Una realidad con pocos matices de distorsión: Catalunya y Euskadi disponen de sus propias fuerzas políticas (PNV-Bildu-CiU-ERC) a las que gran parte del electorado da su voto en vez de dárselo al eje de partidos implantados a nivel estatal (lo que se llama PPSOE). Pocos partidos de ámbito local se han establecido en otras comunidades de manera continua y significativa, sin acabar integrándose o pactando estable y abiertamente con alguna de las fuerzas estatales. Quizás Navarra, Baleares, o Galicia. Del Partido Andalucista ni oigo hablar hace lustros.
O sea: incluso con el estrecho margen que queramos ceder a la credibilidad del sistema de partidos y representación parlamentaria, dos territorios integrados en el estado español dan significativamente la espalda a los partidos cuya implantación nacional significa, en último extremo, que son dirigidos desde Madrid. Dos territorios proclaman desde las urnas que quieren ser gobernados por políticos que sean de su comunidad y hablen su idioma.

Repito: poco voy a apelar a la historia cuando lo que vale es la voluntad de los que hoy se pronuncian.

Entonces, Selene, separarse ya toma otro cariz. Te separas porque necesitas emanciparte, porque esa unión impide que seas libre para decidir tu futuro. Te separas porque ya has dado bastantes oportunidades de quedarte allí, y siempre te has dado cuenta de que las condiciones en que te quedabas no se han respetado para nada. Te separas porque discutes cada día y por cualquier motivo y eso no es vida para nadie. Te separas porque siempre habías tenido esa posibilidad en la cabeza y, el día que la sacas ya no hay marcha atrás. Yo se lo decía a mis amigos desde hace años: cuando esos críos que ahora crecen accedan a poder votar, eso no habrá quien lo pare. No son cachorros adiestrados por el independentismo: han viajado más que nadie a su edad, se han relacionado con gente en otros idiomas. Tienen amigos con los que comparten cosas más íntimas que la nacionalidad. Porque en el fondo, una nación u otra sólo es que te gobiernen unos políticos u otros. Pues bien, los catalanes queremos que nos gobiernen nuestros hijos de puta.

Pero luego está el otro lado. Una web, www.apuntem.cat, ha recogido todas las lindezas que algunos de los españoles contrarios a nuestra petición nos han dedicado a lo largo de estos días. Bombas, nucleares o no, tortura, maldiciones e insultos proferidos no sólo por adolescentes manipulados sino por señores de apariencia bondadosa y respetable. Que nos matarían y nos sacarían los ojos antes de dejarnos ir. Antes muerta que de otro. Ni eso. Porque Catalunya no quiere casarse con otro. Quiere ver qué tal le va la vida de soltera.

dimarts, 25 de setembre del 2012

EL OTRO LADO DE LA HABITACION

Sé que debería llamarles. 
Sé que no estoy siendo un buen amigo. 
Pero, a veces, uno no está en condiciones para asumir la normalidad. Si, he dicho la normalidad. Pues de repente, como el que cae de bruces y se parte un par de dientes, uno cree que todo deja de ser como hasta entonces era y ya no vuelve a serlo nunca más. Sí, como toda esa gente que está presente en momentos cumbre de la historia. Así me siento, y no sabría definir cual fue el momento justo, si lo hubo, o sucedió algo de lo que fui inconsciente. Como el que se mete en un cine un día soleado y cuando sale ve que se ha puesto a llover.

Sé que me sorprendió que, a pesar de la oscuridad que reinaba en el bar, el comisario (bueno, él me dijo que prefería que no le llamara comisario allí, y cuando le pregunté cómo llamarle, tras pensarlo un rato, él me dijo: de momento, llámeme Usted, sin más) tenía algo raro en la mirada. Como cuando uno se levanta en la noche y enciende la luz: ceño fruncido y ojos entreabiertos, me recordaba a aquel actor que hacía de Colombo en la serie de los 70 o los 80, Peter Falk se llamaba.
Entonces uno se quedaba esperando que acabara de abrir los ojos, que abandonase la mueca y mostrara una expresión algo más relajada, que dejase de parecer que cada cosa que le decía le extrañaba y la ponía en duda. Pero eso, por lo que vi, era esperar en vano. Su cara era así, yo recordé aquello que se dice sobre que a partir de una edad uno tenía la cara que se merecía. La del comisario , pues, era una cara cruel, pero amargada, una cara que parecía sostenerse de dos cuerdas de distinta longitud, y que nunca llegaba a mostrarse del todo de frente, y yo sobre eso había oído toda clase de teorías. Hasta tenía un amigo, un amigo al que no me costó recordar empuñando en cierta ocasión una pistola, cuyo insulto favorito era "caragirada". Con eso de insulto favorito quiero decir: esa palabra que crees que define perfectamente el defecto que menos toleras en una persona. El insulto que más hiere. Pues el comisario siempre ponía esa cara: nunca le veías de frente, era como si continuamente eligiese girarse para poderte mirar un poco de reojo. O a lo mejor, por presunción, para mostrar su mejor perfil. No, esto último seguro que no.
La verdad es que me acabé acostumbrando. Me fue de perlas lo de tener un conocido estrábico: te fijas en un ojo y sigues ése. Concentras tu mirada en ese y funciona. Es un truco que va bien.
Retiré hacia la izquierda el vaso de cerveza que me había servido. No pude evitar que uno de los dos papeles que puse en el sitio se mojara un poco con el cerco que había dejado el vaso. Casual, o no, la humedad fue a generar una especie de aura redondeada en torno a la palabra Jesús. Cómo no me iba a fijar en una cosa así.

diumenge, 23 de setembre del 2012

LA CUENTA ATRAS

¿Buscamos emociones en la vida, a través de la lectura?
¿Nuevas, o superiores a las que ya hemos tenido?
Y si creemos que la vida real puede procurárnoslas mejores, ¿qué hacemos?. Cerramos los libros, marcamos por dónde hemos abandonado su lectura, nos sentamos a contemplar la realidad, y ya volveremos a leer cuando leer sea lo excitante.
Busco esa explicación algo bisoña, algo ingenua, cuando es imposible, siendo catalán, reprimir el ansia (puesta en bandeja por Google o por Twitter) de leer opiniones, en distintos niveles de visceralidad, o, en el caso de la prensa, con calculadas ambigüedades (no sea que) o esperpénticos despliegues de datos falsos y alterados al gusto de cada uno. Con estrafalarios datos y cálculos de una exactitud pasmosa, siempre sirviendo de muletas en las que apoyarse.

Un ejemplo que me ha hecho, casi, estallar de reír: La Razón (no por sabido dejaré de decirlo: la cosa más patéticamente fascista que se puede ver en un kiosco de prensa) estipula que, de declararse la independencia, los productos catalanes se elevarían de precio un 40,07%. Importante el ",07%" decimal puesto arbitrariamente para que la cifra suene a algún minucioso cálculo matemático, no como en realidad es, consistente seguramente en haberle enviado un e-mail precipitado a un experto afín a la causa, que habría contestado dando una cifra muy aproximada, el cuarenta por ciento o así, que, de ser transmitida tal cual, hubiera restado credibilidad (más aún!) a tan sesgado dato. Como si ellos supieran cual sería la política de precios de los exportadores catalanes, como si supieran cual iba a ser el comportamiento de los mercados respecto al producto catalán: curioso, cuando promueven un boicot, y, más curioso, cuando ni por un momento contemplan que en Catalunya se consume producto español.

Así que, sí, esta realidad en la que ciertas palabras, las más contundentes quedan heladas en el ambiente, como si nadie se atreviera a ser el primero en decirlas (independencia, guerra, tanques) resulta más estimulante que cualquier lectura. Estamos en medio de una comedia (la de los políticos condenados a decir lo que entienden que les aporta más rédito) que ha devenido tragicomedia (algunos se han dado cuenta de que no han sido capaces de hacerlo, y ahora matizan sus palabras), pero en la que muchos amenazan con la tragedia (la estrategia es, casi única, meter miedo).

Mientras recibo desde Argentina muestras de interés y de objetividad que casi me causan envidia. Pues es difícil contar con la perspectiva adecuada. 
Mientras no disfruto lo suficiente de una buena entrevista a Javier Cercas pensando en, como escritor afincado en Catalunya pero nacido en Extremadura cual será su opinión sobre el tema. Fijaros: me gustan sus libros, me encantan, leeré, seguro, algún día, su próxima novela, y este conflicto: sí, conflicto, acapara mi atención y me desconcentra de disfrutar con sus palabras. No sólo las suyas, las de muchos otros.

Maldita realidad, qué bien se está soñando.


dissabte, 22 de setembre del 2012

LO QUE DIJIMOS

A ver: dije algo sobre Catalunya relacionado con no ir de bravata. Dije eso, ¿no?.

divendres, 21 de setembre del 2012

UNA CHARLA INFORMAL

- Este no puede tardar muchos días en aparecer. Paso de llamarlo para insistirle. Se pone muy pesado.
- Yo también.
- Además me falta tiempo, no sé qué me pasa últimamente que no paro.
- Ya.
- Las mujeres. Me agobian mucho últimamente.
- Les debe dar morbo que te parezcas al actor ése.
- No creas. Lo dicen, sí, sobre todo cuando me dejo el pelo largo, así.
- Así como hoy, ¿no?
- Ehhhh !! ¿Estás insinuando que me lo dejo para follar más?.
- Todo el mundo hace todo para follar más, en el fondo. Lo dice Freud.
- Lo decía.
- Ya. Pues yo llamaría a Jesús no sea que le haya pasado algo. Tanta excitación con lo del policía, a ver si le ha dado un telele. 
- ¡Qué va a darle un telele!. Se está haciendo el interesante.
- O se ha hartado de perder dinero a las cartas.
- Sí; esa sería otra explicación.
- Pues si se va a ir a otra timba a regalarles la pasta, entonces hay que llamarle ya. Qué es eso de irles a regalar a otros lo que nosotros tenemos derecho a desplumarle. Hasta ahí podríamos llegar.

Se miraron pero no llegaron a reír. Puede que alguno se sintiera mal por el comentario.

- Claro. O igual es que ha dejado de jugar, viendo que lo perdía todo. Podrías plantearte esa opción, también.
- No. Ponía esa cara de no poder dejar de jugar jamás. Esa mirada que se concentra cada vez con más desespero. La conozco de cuando mi padre me llevaba a los bares y se ponía a jugar a las tragaperras. Cara de esta es la mía que después era cara de me jodieron otra vez.

Lo cierto es que cambiamos algo las reglas del juego a raíz de sus quejas. Con una sola baraja no nos era difícil, a los que teníamos buena retentiva, ir contando las cartas rojas y negras que quedaban por salir. Así que aceptamos, lo cual encima prolongaba las partidas, usar más de una baraja, dos o tres, y volver a mezclar las cartas cuando la pila estaba como a un tercio de acabarse. No había dios que calculase las opciones entonces, y todo quedaba del azar, que era de lo que se trataba. El azar, dijo uno un día, todo lo equilibra. No recuerdo si paramos de jugar para pensar en esa frase. Os lo juro.

dijous, 20 de setembre del 2012

NACIDO A PUÑETAZOS

Todo lo que quiero es respirar. ¿No respirarás conmigo?.
Jamás escribieron una letra sin sentido, pero jamás escribieron una letra con sentido. Si me decido a escribir algo rápido y precipitado sobre un disco que tiene más de 30 años es porque el título de la canción que lo abre, Born under punches, me resulta evocador, a la vez, de un futuro (el de, dicen una nación que será fruto de un largo parto) de un pasado, el de ese lejano día en que oí esa canción por primera vez, en ese pasado en que la cosa consistía en llegar a casa algo excitado, sacar cuidadosamente el disco de la bolsa y de su funda y depositar la aguja, en medio del olor indescriptible a vinilo recién prensado (auténtica magdalena de Proust: cierro los ojos y huelo la funda de Manifesto de Roxy Music), para ver que había en el primer corte de la primera cara: momento importante en la gran mayoría de los discos importantes de la cultura pop: primera frase del primer párrafo, primer beso en la relación. En Remain in light de los Talking Heads me esperaba un riff de guitarra nerviosa, un ritmo maquinal, algo esquizoide, como desacompasado. Que daba paso a un estribillo coral: las voces pasaban a cantarlo como si fuera un salmo, como si fuera una canción ritual. Luego venía todo lo demás: el espejismo comercial de Once in a lifetime era el encargado de abrir la cara B, otro momento importante en el formato LP, pero había más coros dementes y había estaticismo y había cánticos sobre los indios americanos. Ahora ese disco nos parece corto: 8 canciones, apenas tres cuartos de hora de música donde también había lugar para experimentos pre (pero muy pre) world music y la sensación de que Byrne había descubierto un lugar que no existía. Un cruce de caminos entre estilos del cual, como si fuese Von Braun, en algún momento puede que David Byrne perdiera el control. Son muchos los discos y los grupos que no existirían sin esa banda de estudiantes de arte que fueron los Talking Heads ni sin esas canciones encarpetadas en esa espantosa pero emblemática portada. Sin la vocación oscura de su anterior Fear of music ni la reubicación funk-pop de Speaking in tongues, disco, que, sintomático, tardaron tres años en publicar. 

dimecres, 19 de setembre del 2012

EL REY SINSORGO

Uno preferiría que los desayunos no fueran potencialmente indigestos. No deben serlo; los lácteos son traicioneros, por eso, sobre todo, dicen los entrenadores de mis hijos, para la práctica deportiva.
Pero me imagino que peor es ésto: o sea, no conseguir, ni a las seis de la mañana, olvidar lo de ayer. Lo de este rey que Franco impuso (por si alguien lo ha olvidado, que no debería, la fotito de aquí al lado es otra muestra más de que compartieron y comparten bando, y de que los favores se pagan por el tiempo que haga falta), y su carta de ayer, breve carta, se consuelan algunos, más breve que podría ser, por eso, de hecho, toda la carta podría reducirse ya no a palabras sino a un gesto, un gesto, incluso, a elegir entre varios: una mano levantada, un arma apuntando a Catalunya y otra a Euskadi, un señor con un fino bigotito y unas gafas ahumadas aplastando un mapa con una bota. Vamos, señores, que los que aquí leéis ya sois mayorcitos y no hacen falta muchas explicaciones. Amenaza, advertencia, aviso, reprimenda, bronca. Llamadla como queráis. Mear en los rincones, digo yo. Este, Alex, es un sinsorgo que firma lo que cualquier imitador de poca monta de Quevedo adoctrinado por los fascistas le ha redactado. Va a saber este gilipollas lo que es escudriñar. O lo de los galgos y los podencos. Juancarlitros, moltes gràcies por quitarte definitivamente la careta. No cuentes este invierno con Vaqueira, por eso. Y Artur, por favor, no vayas a presentarte ahí mañana. Ya hay bastante de hacer el ridículo.

EL (DES)ENCUENTRO

- Mire: no sé a usted, pero a mí las cosas últimamente me han cambiado demasiado deprisa. Ayer, justo ayer, el tipo ese. Mire, el que está sentado en la mesa de al fondo.
-Sí.
-Ve a ese hijo de puta. Perdone la palabra.
-Da igual. Ya somos mayorcitos.
-Pues es el amo de este bar. Sabe, hace treinta años, más o menos, a ese tipo, que encima es socialista, o comunista, y medio maricón, sabe, no se ofenda.
-Tranquilo.
-Bien: pues a tipos como ése los metíamos en la comisaría y no les sacábamos la porra del culo hasta que nos explicaban quienes los organizaban y qué les mandaban. De rodillas nos lo decían, llorando como niños, y nos daban hasta las gracias y todo.
-Ya.
-Pues ese hijo de puta, perdone la palabra, ayer me dijo que ya no podía estar fuera del bar vigilando la entrada. Que ya estoy viejo y los tipos que entraban decían que menuda imagen para el bar un vejestorio para impedir la entrada y que qué seguridad, que seguro que yo no podía correr ni soltar media hostia más que a mi abuela.
-Joder.
-Mira que no aguanto que me menten a mi abuela. La pobre. Y me dice el tío que, ya que tiene que pagarme, que me meta aquí en el bar y que ayude al camarero en lo que pueda.
-Bueno.
-No: nada bueno. Porque estas cosas uno tiene ya una edad que no las digiere, sabe. Pero ya sabe que no es sólo eso. Bueno, no lo sabe, se lo debe suponer cuando le he dicho que no vaya a la comisaría, que viniese aquí.
-Me sonó raro. Nada más.
-Pues la cuestión es que estos políticos de mierda lo cambian todo cada día. Bueno, joder, lo que parece. Que los de Bruselas o los de donde coño nos manden les aprietan, pues a joderse y a cambiarlo todo. Perdone, perdone la palabra.
-No le sigo.
-Pues bueno: usted tiene ese papel con la denuncia, ¿no?.
-Sí: claro que lo he traído.
-No hacía falta: me lo sé de memoria. Da igual, en todo caso.
-¿Igual?
-Sí. Bueno, no, no se me ofenda. El caso es que nos dijeron, va, haced lo que queráis, estaros en el piso, tranquilos, no llaméis la atención. Eso hace semanas. Pero ahora ya no: hemos de justificar que andamos en algo, hay que enseñar qué se hace con el dinero del contribuyente. Joder con el contribuyente de los cojones. Per...
-¿Me está diciendo que mi denuncia es sólo un pretexto para que usted pueda alegar que tienen trabajo?.
-Bueno, dicho así.
-Pero esto...
-No lo tome a mal.
-Pero no puede ser. Mi denuncia va muy en serio.
-Tómese algo. Por favor.

dimarts, 18 de setembre del 2012

LA SENDA DE LAS DUDAS

Nada de efecto Selassie: no es que Monsieur Pain sea una mala novela: más confusión y descontrol hay en páginas iniciales deotras muchas que en las suyas: más o menos sabemos por donde vamos. Y el estilo de Bolaño, ese impecable y elegante engranaje de frases, también está presente. Problema: todo en precario, todo en provisional, y aún sin asentarse del todo. No ayuda ese tono parisino que evoca vaga pero estérilmente novelas de caballerías y de gente con capa. Ni el conato de engarzarla con otros de sus libros: la guerra civil, los nazis. Si Monsieur Pain es una novela que decepciona y que deja frío es en relación con y en comparación con. Y ahí sus grandes obras, con sus errores voluntarios y los que no, 2666 con su extensión majestuosa y su prosa precipitada (a ver cómo escribiría más de uno cuando siente la cercanía del fin), o Estrella distante, novela que ya sé, soy muy pesado en recomendar una y otra vez, esas obras dejan en evidencia toda la bisoñez y el titubeo de este libro menor, publicado, seguro a raíz de su eclosión, más que por sus escasos méritos, que no son más que los que son: poner palabras y escritura con una cierta marca de la casa al servicio de una trama tan exigua y tan endeble (los motivos por los que ciertos hombres boicotean el intento de curación de otro hombre presa de un extraño mal) que da para llamar a esto con palabras que encuentro un poco crueles e inmerecidas, seguro inmerecidas a la vista de lo que después aconteció. Cuento alargado, comedia algo absurda, misterio incomprensible, relato deslabazado, ejercicio de estilo, conato de misterio centroeuropeo. Todo ello apelativos no crueles ni sangrantes: simples arañazos producto de la frustración que me bloquea: saber que, salvo que Anagrama guarde un as en la manga tras buscar y rebuscar en discos duros y montones blandos, la obra del genio chileno ya se da por cerrada, y todo lo que nos queda es eso: decepciones relativas y relecturas cada vez más familiares, cada vez más transitadas.

dilluns, 17 de setembre del 2012

NEVER FIDELIS


Dí de alta una cuenta en Twitter hace unos meses: @Francescbon. Lo hice, como me puse de usuario en Bananity, como tengo cuentas en Ebay y en Youtube, hasta creo recordar que en Myspace. Uno mira hacia atrás todas esas webs donde ha puesto nombres de usuario que se recuerdan vagamente y contraseñas que se olvidan totalmente y piensa que para qué. Aunque pensar justo esas dos palabras no es aconsejable. Muchos empezaron preguntándose justo esas dos palabras y acabaron sobre una mesa de autopsias con una cicatriz en el pecho con forma de Y. O sea: que no pensaba ni por asomo atender en exceso esa cuenta en Twitter. De hecho, ha estado meses simplemente recibiendo mensajes en inglés de algunos actores y actrices y músicos favoritos: Jeremy Piven, Rainn Wilson, Emannuelle Chriqui, algunos otros. Va, también Sofía Vergara, lo confieso. En algún momento del que no atino a acordarme empecé a incorporar algún periódico, algún otro medio, y finalmente, tras los tweets inaugurales de rigor, un día me encontré a mi mismo ya no replicando tweets sino creando los míos propios.
Cuando había dicho aquí que 140 caracteres era una miseria para lo que yo acostumbro a decir. Cuando en más de una ocasión oyendo el término equivalente a tweet en catalán (piulada) había encontrado ridículo el soltar una frase, como el que irrumpe en conversaciones ajenas , había encontrado casi patético ese hecho de levantar una pancarta virtual con una especie de slogan para quien quiera verla o incluso llegar a hacerle algún caso.
Pues de repente resulta que estoy usando Twitter diariamente y escribo esto algo arrepentido pues paso a darme cuenta de que esa inmediatez y esa espontaneidad que posibilita el uso combinado Twitter/Smartphone podrían estar provocando que ciertas frases y ciertas ideas que deberían acabar aquí no lleguen nunca al blog. Cuando tengo, espero, seguidores compartidos en las dos plataformas y cuando tengo, espero, potencial de crecer en los dos frentes y de urdir alguna trama para que no se solapen sino que se complementen.
Germán, a cuya contestación detallada debería dedicar un post pero creo que eso sería muy desconsiderado para otras personas, se pregunta en su Twitter @Germanynoub, para qué sirve Twitter. Yo no es que yo ya me haya auto-respondido esa pregunta. A lo mejor no hay que preguntarse tantas cosas y es mejor ir haciendo. Como una ovejita que come hierba sin pensar qué hará con ella luego. No sé si Twitter es el polvo rápido y Blogger la noche eterna de sexo sin barreras. No sé si Twitter es el resfriado y Blogger la gripe. No sé si Twitter es el titular y Blogger el cuerpo del artículo. Paro con ejemplos bobos y obvios. Sé que en tiempos de toda prisa, porque aunque algunos nos empeñemos en que no, siempre acabamos teniendo prisa para alguna cosa, Twitter permite que esa idea o esa frase o esa tontería, iniciativa o reacción a la de otro, no se escape y se pierda no se sabe dónde. El valor de eso no sé hallarlo, no soy capaz ni veo conveniente esa dinámica tan capitalista de especular con valores de todo y no invertir en nada a lo que no le apreciemos tasas de retorno. Pero de repente he encontrado que lo hago, y últimamente escribo sobre casi todo lo que hago.

diumenge, 16 de setembre del 2012

ALTERNANCIA DE PODERES

Mari Alcira Matute, seguidora de mi cada vez más activa cuenta en Twitter (con lo que yo llego a quejarme de lo escueto que obliga a ser...) asegura ser capaz de combinar lectura y audición de mùsica. No sé, si tuviera capacidad de disfrutar de la música clásica, igual probaría con algún cuarteto de cuerda, pero hoy por hoy me declaro incapaz de compatibilizar un buen libro con un buen disco: mi atención se inclinará y se concentrará en una o en otra cosa en detrimento de la otra: lo cual no es malo, en el fondo. Se trata del hecho pasional aplicado a una u otra cosa: pero esa guerra se cobra víctimas. Los discos excelentes arrinconan la lectura, como mucho son capaces de convivir con intentos más o menos dignos de escribir. Pero no puedo, entonces, escribir sobre libros, si no leo. Así que la moda de esta temporada, la moda de estas semanas algo extrañas, es música a espuertas: casi exclusivamente música nueva escuchada a través de auriculares a un volumen de esos que hace aparecer mensajes de advertencia.
Joder, si cuidaran de nuestro bolsillo como de nuestra salud. Para un mayor placer, reproduzca este disco extremadamente alto. Yup. Eso ponían muchos discos en sus carpetas: enormes carpetas de LPs de vinilo donde podían poner Play it loud en letras de una pulgada sin que monopolizasen el artwork. Pero a los que no le faltaba razón: Channel orange, de Frank Ocean, hubiese sido uno de esos discos con ese mensaje: ahora llevan lo de explicit lyrics, que parece ser la estrella de seis puntas de los discos de Hip Hop. Y no: es muy reduccionista llamar a esta portentosa colección de canciones simplemente hip hop. O rhythm and blues, o neo soul. Este disco bebe de fuentes comunes a la mùsica negra: Marvin Gaye, Prince, Stevie Wonder (directamente o via Jamiroquai), pero resulta que lo hace de la mejor de las maneras: primero, optando por la instrumentación orgánica (excelente piano eléctrico, bajo elegantísimo) en piezas de orfebrería neo soul como Sweet life, puro Wonder era Songs in the key of life o por la levedad del puro ritmo urbano a lo Nerd en Sierra Leone, homenaje al Gaye de What's going on con Ocean desdoblándose vocalmente. No es nada fácil encontrar discos de semejante ambición: las barreras son superadas una tras otra y estereotipos como la escena hip hop de la costa oeste o el artificioso Kanye West son fácilmente reducidos a la nada por este inspiradísimo album.



Super Rich Kids, otra pieza sustentada en un esquemático ritmo casi marcial, que resulta progresivamente enriquecido a medida que las partes vocales (joder, qué voz la de este tipo) toman el poder, supera en originalidad y actitud la integra carrera de muchas estrellonas más pendientes de su bragueta y su billetera que de desarrollar un talento como el de este nativo de New Orleans que ha declarado su bisexualidad, detalle irrelevante, pero significativo por lo que ello implica de desmarque de la corriente casi misógina de la mayoría del género. No sé si Frank Ocean quiere ser el Omar Little de alguno de los géneros derivados en mayor o menor medida de las corrientes musicales de color... soul, hip hop, etc., pero mientras publique discos tan soberbios como este, que haga lo que quiera.



dissabte, 15 de setembre del 2012

LA GUARDIA BAJA

Pues hoy sábado no tenía muy claro lo de poder publicar. La temporada futbolística de mi hijo se inicia con amistosos: tres o cuatro horas de obligaciones de delegado de equipo que ejecuto con rigor y sudor. Pero como he sido educado en la reciprocidad y la generosidad, veo un comentario curioso de un nuevo seguidor, y digo, va, espabila, pon unas cuantas líneas antes de reseñar la relectura de Monsieur Pain, que será un día de éstos, o de hablar del nuevo par de excelentes discos de nuevos artistas descubiertos a base de eso, de llenar el teléfono de música para tener algo que combinar con mis escuchas exhaustivas de Coexist: vaya, otra virtud de la obra de The XX: ser un pretexto de acompañamiento idóneo para encontrar otras músicas. Joder, que me voy por ahí. Bienvenido, Alex Azkona y tu www.cafekubista.wordpress.com a esta ínfima, y digo yo, ridícula, (pero espero que pronto se me contradiga), esquina de un mundo con muchas esquinas en que la has elegido aunque sea un rato. Dormía: por eso tardó el comentario en ese trámite automático de aprobación. Ale, señores, leamos a Alex que me parece que tiene una longitud de onda bastante afín. Leamos y disfrutemos la última semana de verano o la última semana de invierno. Muerte al aburrimiento.

divendres, 14 de setembre del 2012

MI ESTADO ACTUAL

Jesús ha recibido una llamada, y, sí, ha sido el comisario.

He publicado un mail sobre una eterna causa política, y no alcanzo a responder sobre todas las cuestiones que se plantean: hasta debo hacerlo fuera de lugar y entre líneas. Germán: que no te engañen ni procedencias ni manipulaciones intencionadas: el catalán no es un idioma patrimonio de clases altas ni se intenta imponer con un efecto pretendidamente colonial; los efectos de su prohibición a lo largo de años y años no han sido mitigados aún: mírame aquí, aún resultándome más sencillo encontrar las palabras en español cuando escribo. Observa a los niños bilingües perfectos cómo usan uno u otro idioma en sus conversaciones de manera completamente natural. Toda esa riqueza proviene de eso tan denostado llamado inmersión lingüística. Y referente a ese tema, lo tendría muy claro, si de mí dependiera, el catalán sería en Catalunya la única lengua oficial, siendo cooficiales un montón de otras: castellano, inglés, chino, árabe...ese es el espíritu. Bienvenido todo el mundo que quiera vivir aquí.

Y lo que me queda, aún.

Pero resulta que yo dije que escribiría mi blog para hablar de otras muchas cosas. Y, por culpa del disco de The XX ando oyendo más música de la que acostumbraba: mal hecho: la música es un perro que te hace masaje con la pata, sin pedir nada a cambio. Y claro que me sé el disco de The XX de memoria. Pero su efecto colateral es irlo combinando con otros para su escucha. Segundos y terceros discos que muchas veces solamente han respondido al bastardo interés de ser alternativas al principal que siempre quería oír. Así ha sido como me he zambullido en dos discos de retorno de cierta relevancia.

Supongo que por problemas legales, Kevin Rowland no puede seguir empleando el nombre Dexy's Midnight Runners: los corredores de medianoche de la dexhedrina. Contundente nombre con oda anfetamínica para un grupo que fue siempre con el paso cambiado. Primero vestidos de estibadores, luego de granjeros bizarros, en su, ya penúltimo disco (1985!) de especie de proto-dandies. No es que fuera un gran seguidor; de hecho cuando publicaron Too-rye-ay, en plena fiebre del tecno-pop, pensaba que esas pintas merecían un mínimo de un par de bofetadas por cabeza: a pesar de la curiosamente emocional música de aires campestres que el disco contenía.
Supongo que para que la gente recuerde quien era, Kevin Rowland ha empleado el estúpido nombre de Dexys para publicar ese disco de regreso: One day I'm going to soar es un retorno no solicitado e inesperado: nadie tiene paciencia para esperar 27 años. Aunque Magazine tardaron más, para nada puede compararse la popularidad de unos y otros. Come on Eileen debe haber contribuido con sus royalties a hacer llevadera la existencia de Rowland todos estos años, y la publicación de este nuevo disco parece una especie de capricho o de ajuste de cuentas con un pasado, el suyo, que se remonta al fracaso de su tercer disco, ejercicio de extraño soul con partes habladas al que la gente dio la espalda, en búsqueda de los estribillos festivos de su obra anterior. One day I'm going to soar es un agradable disco de soul con ciertos regustos celtas. Con canciones en tonalidades cálidas, de aires instantáneamente clásicos, gracias, supongo, a la experiencia como oyente de Rowland y a la presencia del ex-Style Council Mick Talbot, toda una institución como héroe en segundo plano.


Me desconcierta sumamente que el disco se inicie con una canción llamada Now, que parece un medley de música soul, una especie de demo de lo que es el disco. Como si el grupo considerara injusto el trato recibido del mundo y se obstinase en afirmarse y en demostrar su capacidad. Como una especie de pachanga o fanfarria inicial, ese primer tema, casi siete minutos con cambios de ritmo y de melodía, me aleja de comprender el sentido del disco. El sentido del disco de un grupo de una época en que los discos, los LPs, debían tener sentido: no eran todas las canciones capaces de caber en los 80 minutos de un CD en orden de mayor a menor importancia. Ni Now, esa canción, ni It's o John Joe, extenso último tema con regusto melancólico, acaban de transmitirme el mensaje del sentido de ese regreso. Si quiere reivindicarse, el tono resulta extraño. Si no podía dejar de enseñar su obra el mundo, no sé por qué no lo hizo durante 27 años.



Otro regreso: Elysium es el último disco de los Pet Shop Boys. Enorme respeto por Pet Shop Boys, que muestro con este link donde se habla de Introspective, una de las portentosas obras que grabaron en sus años de esplendor:


Porque lo que es Elysium es el montón más absoluto de tópicos que pueden grabar hoy en día: inconcebible que canciones tan insípidas en todos los aspectos puedan ser composiciones del mismo grupo que dinamitó conceptos hace más de 20 años: que dio calidez a la electrónica y fue referencia a base de inquietud y coherencia. ¿Alargar una carrera de esta manera?. Planteároslo, chicos. Más de quince años hace que no retengo una nueva canción vuestra. Y no voy a poner ninguna de las nuevas aquí. Por vuestro bien.

dijous, 13 de setembre del 2012

MAS TEORIA DE LOS SEIS GRADOS

Arnault. Tengo que repetirme el apellido un par de veces, pues siempre pienso en Hinault. Aquel campeón ciclista, sabéis. Bueno: creo que aún es considerado campeón ciclista, pues puede que a los quince o veinte años alguien desempolve unas muestras de ADN y descubra que le echó algo inadecuado a unas patatas fritas y, zas, todas las mieles del triunfo queden en nada. Bueno: no me suena que eso le haya pasado a Hinault como le pasa a Armstrong. Que nadie pida que me guste el ciclismo como deporte, cuando todo es intercambiable pasados los años que haga falta. Cuando habría que borrar, que para eso Michel Gondry es francés, todas las caras de triunfadores de vídeos y periódicos y poner al segundo, o al tercero. Sí: a ese que justo ponía la cara avinagrada de segundo (el primero de los perdedores, dicen ciertos cabrones) habría que volver al pasado y decirle: no! sonríe! de aquí unos años descubriremos algo que te convertirá en triunfador. Sólo ten paciencia, pero no pongas cara de cabreo. Pon una sonrisita cínica, va. Esa realidad lo cambia todo hasta ahora. Con qué cara se sube el primero al podio si sabe que va a tener a todo el mundo contemplándole con mirada escéptica. Ya te pillaremos, ya.

Arnault. Ya no digo Hinault. Vamos. Arnault es competidor de Pinault, que aún me recuerda más a Hinault. Pinault es amo de PPR (enoooooorme conglomerado empresarial que incluye, por ejemplo, al FNAC) y está casado, o algo así, con Salma Hayek, diminuta actriz mexicana y productora de agudo ojo comercial. Que salía en From dusk til dawn, lo cual no tiene gran repercusión, pues siempre he considerado esa película un falso Tarantino. O un Tarantino hasta que se meten en la taberna. Sí, el espíritu y la interpretación y toda la historia, pero no la dirigió. Lo siento. Más Tarantino veo en True romance, esa pieza maestra que firmó Tony Scott, el que se tiró por un puente hace unas semanas, donde, por salir, salía hasta el gran James Gandolfini (o sea, Tony). Pues bien: mi grado con Pinault es un nada desdeñable 2, en esa historia de los 6 grados de la que alguna vez he hablado. Ya: no me hagáis decir cuándo. Soy muy vago para buscar por todos lados en este blog. Y ya: cada vez me estiro menos poniendo etiquetas a los escritos. A lo que íbamos: mi grado con Arnault, dicen, el hombre más rico de Europa, es, por tanto, 3. O sea, conozco a quien conoce a uno que lo conoce. ¿Qué aporta eso a mi vida?. Joder, pues escribirlo aquí: os parecerá poco.

Arnault: su conglomerado empresarial, su enorme corporación con ramificaciones y complejos organigramas es LVMH. O sea, yo muchas veces digo LV aquí y es por La Vanguardia, pero esta LV es por Louis Vuitton, carísima marca de marroquinería de alta gama, emblema a la vez del más cutre de los despliegues (el de los subsaharianos vendiendo imitaciones pendientes de que aparezcan los guardias) y del más ampuloso de los glamoures: con artistas de todo tipo posando en plena naturaleza en fotos de Annie Leibovitz, con los baúles y las maletas y los totes y las pochettes como si hubiesen sido puestas ahí por un escenógrafo. Bono. Sean Connery. Muchos más, y sabed que no de todos me cuadra su presencia entre tanto oropel y tanto despilfarro.
La M es por Moët, champán.
La H es por Hennessy, coñac. Creo.

Arnault: ha decidido pedir ser belga. Porque aunque los belgas son el objeto favorito de los chistes de los franceses, ande yo caliente y ríase la gente: los impuestos a las grandes fortunas en Francia se elevarán al 75% de los ingresos. Cualquier pobre desgraciado que embolse más de 1 millón de euros al año pagará 3 de cada 4 de esos euros en impuestos, y deberá vivir con los 250.000 restantes. Perdonad, lectores cuya moneda no es este engendro, que no traduzca más que a USD. Unos 330.000 USD al año por millón de euros le quedará para sus cosas a cualquier francés que gane tal cifra, para sus gastos. Claro, sale muy caro ser francés y rico. Si es que al señor Arnault le iría mejor siendo pobre: ser rico es muy complicado. Por eso unos cuantos se sacrifican.


dimecres, 12 de setembre del 2012

LA PALABRA CON J, LA PALABRA CON P

Una de esas innumerables tardes de libro y niño en el parque con mi hijo acaba de una manera algo diferente.
-¿Por qué os parábais cada dos por tres cuando jugábais?
-El padre de B..... nos pitaba faltas en contra si decíamos palabrotas.
-¿Y tú cual has dicho?
-Un par de veces he dicho hostia.


Sí: antes de que mis rodillas encendieran el piloto indicador yo aún jugaba al fútbol con mi hijo y sus amigos. También porque mi hijo era de los más pequeños y no era tan autónomo en su juego. Yo era su suministrador oficial de pases. Eso pasó a la historia: mi hijo creció, juega cada vez mejor, se busca la vida con éxito en la cancha, y mis rodillas ya pueden volver a casa sabiendo que cada una está en el lado que le corresponde. Ahora hay otros padres que de vez en cuando se animan a jugar: normalmente padres esmerados en alardear bien de buen estado físico, bien de técnica futbolística, aunque la figura del padre arropador también subsiste. Cosas de macho alfa.


El caso es el del tipo éste, que mantendré en el anonimato por pura educación y sentido ético. Nadie sospecha que sus actos banales pueden convertirse en objeto de comentarios. Pobre el tendero que nos inspiró Comida para reptiles. Qué ajeno es a que su mera existencia ha excitado imaginaciones a varias franjas horarias de su triste tienda. El caso es que el padre que reprende y sanciona a los niños cuando emplean (bajo su juicio) palabras malsonantes resulta ser un individuo, padre de cuatro hijos, que pasea su persona habitualmente acompañado de dos periódicos: El mundo, bastión del aznarismo más cochambroso y pelotillero, y Marca, periódico deportivo publicado en Madrid, de filiación claramente merengue. Los hijos acuden a misa los domingos, con la familia. Los niños, dos de ellos de once años, explican a sus compañeros que Franco salvó a España, que Catalunya quiere ser independiente para invadir España, y alardean de españolismo y madridismo. La madre lleva un colgante con una cruz que es más grande que ella. No voy a valorar la ideología de nadie aquí, que ya se conocen mis debilidades. Pero, quién es nadie para reprender a mi hijo, más que yo mismo, por algo que no es intrínsecamente reprobable. Unas palabrotas en niños de once años. Vaya terrible delito.
Entonces mi mini-yo (no llega a álter ego) provocador decide pasear ostensiblemente un libro con un título tan soez y provocador como Otra noche de mierda en esta puta ciudad. Con chulería y con cierto espíritu de desafío. Vamos, que alguien se atreva a toserme y a decirme que claro, con un padre que lee libros así, cómo le va a salir el niño.
Lo cual no acaba representándome sacrificio alguno: éste es un muy buen libro. Duro. Algo incómodo en su temática y ligeramente alargado en su desarrollo. Para nada de forma gratuita. Pues a veces de eso se trata: de conseguir algún efecto a través de cierta sensación de saturación. O sea, de eso deben servir ciertos capítulos de la última parte del libro, alguno de los cuales parece una mera experimentación, una ensoñación o una especie de desdoblamiento de la personalidad del autor, que curiosamente parece un solapamiento con la del padre. Pues de eso trata este libro: de un hijo que trabaja en uno de esos sitios donde acogen y dejan dormir a personas sin techo, y que un día se encuentra que quien acude es su padre, desaparecido, encarcelado, de vida errática y errabunda. Del conflicto del hijo, el que se suscita de la presencia de un padre otrora ausente en su vida. De la contemplación de su decadencia y de los hechos que condujeron a ella. Flynn es un escritor de estos tiempos: de hecho, si quisiera, si hubiera optado por la vía de un Irvine Welsh este libro sería una letanía de borracheras y colocones uno tras otro, pero Flynn se centra en los bajones: en la sordidez y la miseria y el descontrol y la pérdida, la desaparición nunca suficientemente radical de la dignidad. Una especie de antítesis del sueño americano, una odisea con resquicios esperanzados. Un libro que es fácil de leer pero que requiere parar de vez en cuando: uno piensa en esos tipos tirados en las plazas de las zonas céntricas de las grandes ciudades: esas que se vuelven desérticas cuando las tiendas cierran y los restaurantes sacan la basura al callejón. Uno dijo: mucha gente está más cerca de eso que de comprarse un yate. Joder. Pues es verdad.

dimarts, 11 de setembre del 2012

EL PUÑO EN LA MESA

Ni soporto el lagrimeo ni la sensiblería barata. Ahí no me pillaréis, por lo menos, a menudo. Pero resulta que mi ciudad está, y faltan dos horas y media, repleta de gente con banderas, de gente con caras que reflejan, por lo menos en ese estúpido dato que es el promedio, una ilusión a la que hace falta años para remontarse a algo parecido. Como cuando el Barça gana una Champions, pero multipilicado por 10. Como si la ciudad estuviera siendo liberada por un ejército popular que desaloja a un invasor. Como debió ser en el París de la Segunda Guerra Mundial, supongo. Pero evocar guerras o combates fratricidas está fuera de lugar. Hoy es el día de gritar la palabra, y mañana veremos hasta donde llega nuestro grito y cual es su repercusión y cual es su eco. Jodido, no, saber que ni así, ni gritando a millones lo que queremos sepamos que lo obtendremos. Muy jodido, gente.

LO SIBILINO

- Ya es la hostia que este tipo se esté convirtiendo en una especie de Robin Hood. Cómo podemos tolerar que alguien que promueve robos en los supermercados de nuestras temidas y respetadas megaempresas de distribución se erija en héroe nacional.
Si hasta hemos detectado corrientes de simpatía hacia el tipo procedentes de otros países. De Argentina nada menos: pues quienes serán esos para venir a comentar nada de lo que pasa en esta la Madre Patria. Estos tipos les das el brazo y se toman la manga: para qué tienen que opinar sobre nuestros políticos.
- Bueno: el tipo salió por la TV y todo: prime-time, tertulia y la gente del público jaleándolo.
- Inconcebible.
- Y cómo lo jaleaban.
- Hay que atacarle desde todos los flancos: hasta el más sutil y más leve ataque nos ayuda. No podemos tolerar que un individuo así represente un ejemplo para nadie. Llama a la comentarista de moda.
- Bien: si ya hemos acabado con el tema...
- Cómo que hemos acabado!. Que venga, que haremos que nos ayude. Cualquier ayuda es bienvenida.

- Mire a este tipo.
- Ya.
- Comente su aspecto en un artículo.
- ¿Cómo? Si ni es actor ni es muy conocido.
- Coméntelo: destrócelo: macháquelo por cada detalle y no deje de sugerir y de insinuar que todos los detalles concernientes con su aspecto tienden a una persona malvada y poco de fiar. Todos. Mentiroso, manipulador, ambicioso, abyecto, perverso. Que cualquiera que acabe de leer ese artículo acabe convencido de que se trata de una mala persona.
- Los que nos leen ya pensarán eso de él.
- Ya: pero que ya no les quede una sola duda. A nadie.

http://www.larazon.es/noticia/7595-juan-manuel-sanchez-gordillo-el-topico-dificil-de-superar

dilluns, 10 de setembre del 2012

ELLOS HABLAN, EL ENTRA

- Si vas a levantarte cierra un poco la ventana.
- Voy. Estaba pensando lo mismo.
- La mejor época del año: aún hace calor por el día pero puede dormirse por la noche.
- En la calle se está de gloria.
- Bueno: si te quedas parado acabas teniendo fresco y todo.
- Se acabaron las bermudas, casi.
- No necesariamente. Es cuestión de moverse y acostumbrarse.
- ¿Cuando empiezan los niños el colegio?
- Un par de días, creo.

- Esto es una locura, joder.
- Ya cambiará la racha. 
- No está quejica ni nada el tío.

Lo peor de todo en ese piso era ponerse de acuerdo para limpiarlo todo y dejarlo presentable. El pacto no escrito era que sólo podía hacerse cuando estaban todos: nadie debía eludir esa obligación. Entonces, ya de noche como para que ese ejercicio no fuese un sudoroso experimento pero no lo bastante para causar molestias a los sensibles ancianos de abajo ("¿pero los viejos no se vuelven sordos?, ¿cómo pueden quejarse de que hagamos demasiado ruido?"), cada uno de ellos empezaba a trasegar con algún detalle en concreto. Recoger latas y botellas vacías, pasar el trapo por el polvo, mover los sofás y barrer lo que iba quedando debajo, sacar las sábanas y hacerse cargo de llevarlas a lavar y de poner las limpias. Comprobar si las toallas volvían a tener ese indescriptible olor, mirar las cargas de los aparatos contra los mosquitos, fregar los platos y los vasos a conciencia, ordenar el contenido de la nevera.
Como una brigada, calladamente daban cuenta del piso y, tan coordinadamente como habían empezado a hacerlo, se sentaban a medida que pensaban que habían acabado. 
Luego se miraban, cuando el último de ellos tomaba asiento, siempre después de pedir a todos que se levantaran para corregir algo la posición del más grande de los dos sofás, con un aire algo satisfecho, y reinaba entre ellos una especie de ambiente como el que uno siente cuando acaba un capítulo en un libro y empieza otro.

Sonó el timbre y dejaron la puerta abierta esperando a que subiera. Esa estampa siempre les recordaba a  Seinfeld.

Fue entrar, algo sudoroso, como siempre, y sonar su teléfono. Apenas le dio tiempo a dejar un papel sobre la mesa, que estaba, gracias a la labor común, limpia, casi reluciente salvo por el par de manchas ligeramente deslucidas que habían dejado los cercos de los vasos.


- Sí... soy yo, diga.... sí... claro...pues iba a volver en cuanto tuviera una mañana libre...no lo sé...de hecho tengo algo más, si quiere, dígame cuando puedo ir.

diumenge, 9 de setembre del 2012

EL OTRO EXTRANJERO

Ya he hablado muchas veces de demasiadas cosas. Una de ellas será aquello de los libros y los momentos en que decides leerlos. Los daños que ha recibido Don DeLillo por esa cuestión. Y algunos otros.  Mis fracasos en las lecturas en contextos inapropiados son sonados: bueno, dentro de este micromundo pueden serlo. Uno de ellos, que expiaré un día, es Rulfo y Pedro Páramo. Sí: ése será seguro uno de los que quedará resarcido. Sin embargo, no tengo ganas de volver a leer El extranjero de Albert Camus. Tan frío (no solo simbólicamente: aquel día era casi helado) me dejó su lectura, con tan pocas ganas de profundizar en sus significados ocultos y en sus mensajes entre líneas. Simplemente no le hallé valor alguno a esa figura del oficinista gris que se conforma con su destino, por injusto y cruel que éste sea, mientras se acerca hacia él.
Por tanto he de decir que, en cuanto a previsibles tragedias del hombre acechado por la desgracia, prefiero este libro de Joseph Roth, según algunos, el mejor Roth por encima de esos que ganan premios. La rebelión narra la historia de Andreas Pum, casi exactamente el hombre que figura en la portada del libro. Un mutilado de la primera Guerra Mundial que vive de la actividad que le permite una licencia concedida por el estado austríaco: andar con su organillo y tocar piezas para que la gente le dé dinero. Una persona que sabe que su existencia está marcada por esa desgracia pero que acepta su destino y su encaje en la sociedad: diríase que hasta es feliz. Hasta seduce a una joven viuda que valora su escasa capacidad para plantearle problemas. Ese análisis sí lo hago: no me da tanta pereza como el del libro de Camus; Pum sabe que el estado cuida de él en agradecimiento y en resarcimiento de la desgracia acontecida en defensa de la Patria, considera eso justo y se resigna a ello. Pero ese estado le da la espalda de la manera más casual y arbitraria. Un incidente casi casual da con sus huesos en la cárcel y con la pérdida de su licencia y de su precaria pero confortable y rutinaria experiencia. Ese cambio hace que el equilibrio vuele en pedazos. De encontrarlo todo adecuado y ordenado, de estar en el buen lado de la ley, Pum pasa a ponerlo todo en duda. Matrimonio, estado, religión, sentido de la existencia. Pum no es pasivo como el personaje de Camus. Pum reflexiona en primera persona y contempla, real u oníricamente, lo que le acontece. Comprende, aunque sea entre brumas, cuales son los cambios radicales y qué nimiedades los han causado.
Una novela que se devora sin saber muy bien el motivo. Eso sí, a buscar alegrías, a otra parte.
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