diumenge, 8 de desembre del 2013

SOBRE LA PÁGINA 90, O ASÍ

El Objeto

La edición que estoy leyendo de La Broma Infinita es la de bolsillo. Tiene unas 1200 páginas y pesa más de 1 Kg., seguro, lo cual se trata de toda una broma (...) cuando para ser de bolsillo, su ancho de lomo de aproximadamente 7 cm. la hace inviable para tal denominación. Suelo acarrear el libro (que ni siquiera es cómodo para llevarlo en la mano) en el interior de una bolsa en bandolera (0), cosa que hace que la bolsa muestre un aspecto abombado y deforme, e incluso que, dependiendo de su contenido adicional, la cremallera no cierre por la parte donde el libro está ubicado, lo cual permite que se aviste su orgulloso contenido. 
Como tiene las notas en una especie de anexo posterior al texto (1) , me veo obligado a usar dos puntos de libro durante la lectura. Pues no quiero perder un detalle durante la lectura, o mejor dicho, no quiero ser consciente de haber perdido un detalle, y que esa consciencia lastre para siempre tanto mi pronunciamiento como esa especie de sensación interior de falta de algo (2).
La cuestión de los puntos de libro no es nada superficial. No sé que hacer ni donde guardar los puntos de libro mientras leo. Suelo dejar un reguero de puntos de libro pues me resulta algo incómodo doblar las esquinas de las páginas donde abandono (3) la lectura, pero aún más incómodo sostenerlo en una mano, ya no dejarlo al inicio del libro y exponerme a que resbale constantemente o a que, de forma accidental, el libro se cierre y yo tenga que ir en búsqueda del punto en que lo dejé (4).

Lo que no es El Objeto

En cualquier caso, como la finalidad de esta bitácora es cualquiera menos a) emitir un juicio de valor que supondría auto-espoilear lo que, a la postre, será una opinión objetiva y promediada de la lectura, en UnLibroAlDía y b) auto-espoilear el propio contenido del libro, ergo, si alguien despistado, o curioso, o escéptica, acudiera a esta novela en busca de tramas, misterios y desenlaces(5).

Por tanto, y dado que esto es un mero prólogo, diré que hasta ahora La Broma Infinita me transmite justo lo que esperaba. Es decir: necesidad de esfuerzo y de paciencia, fascinación por su perfección depurada, por ese bosque oculto tras los árboles, por esa jerga presuntamente de prospecto clínico que supura más emociones y más experiencias personales de lo saludablemente aconsejable. Me transmite mucha empatía (6) y me transmite mucho más que la gran mayoría de los escritores, tanto más que, como siempre, cualquier otra lectura que se interfiere ha de ser forzosamente modesta pues al lado de este hombre, y permitid que me repita y me parafrasee, la ligereza de otros se convierte en vacuidad. Lo cual no es suficiente, al menos para mí, que no desisto ni de leer otras cosas ni de acudir a esa especie de camposanto o UCI de las ideas que es la carpeta de borradores de mi blog, carpeta en la que acumulo ideas con la intención de que no escapen, con resultados muy desiguales (7).

(0) marca DKNY, modelo más parecido a lo inequívocamente masculino que incluía el catálogo de regalos de puntos por uso de tarjetas de una entidad financiera a la que no voy a hacer publicidad aquí, es más, entidad a la que recomendaría a todo el mundo que se abstenga de aportarle negocio alguno dado su claro posicionamiento unionista ejercido de forma absolutamente interesada (esta nota tiene el 0 debido a que el párrafo que la refiere ha sido intercalado a posteriori y no me resultaba cómodo ni práctico renumerar las posteriores). Bastante que no haya habido notas con números negativos o no vaya a haber en el futuro notas con números decimales.
(1) cosa no muy práctica, y que ignoro si estaba resuelta de la misma manera en la edición inicial del libro, pero que entiendo que es algo que no queda más remedio que hacer, dada la extensión de algunas notas - la que recoge la filmografía del padre, por ejemplo, ocupa más de media docena de páginas a tamaño de letra 10 como máximo
(2) al respecto, siempre recordaré que cuando, años atrás, vi The Sopranos, solía grabar los capítulos en un DVD conforme los descargaba del eMule. Como el DVD portátil donde los reproducía tenía una pantalla dividida en dos partes: en la parte izquierda figuraba el árbol de directorios y en la mitad derecha el nombre de los archivos. Como la pantalla sólo mostraba los caracteres iniciales de los archivos, no fui consciente de que, al grabar el DVD, la presencia de barras o puntos en los nombres de éstos hicieron que, en un caso puntual, viera uno de los capítulos fuera del orden establecido, circunstancia que noté, por algún detalle, a los cinco minutos de visionarlo. A pesar de lo cual, esos cinco minutos, en los que se producía (menuda pista hablando de The Sopranos) un crimen, no conseguí reubicarlos y me ha quedado, hasta que decida invertir otras 80 horas de mi escaso tiempo libre en volver a verla, cierta desagradable impresión de no haber visto la serie en su integridad, de faltar algo que no sé qué es.
(3) tampoco me gusta la palabra abandono en este contexto
(4) ni dejé tampoco
(5) como hacían los que veían Twin Peaks sin interpretar que el medio era el mensaje
(6) en especial por los editores y correctores que pudieran intervenir en su primera publicación, a los que imagino sentados sacudiendo la pierna derecha, en el despacho de la editorial, atormentados por el retraso a la cita del autor, y por su más que previsible negativa a modificar ni una sola coma de cualquiera de los párrafos, ni siquiera aquellos más trufados de polisílabos y tecnicismos
(7) entre los que reluce un post vacío y misteriosamente titulado Hepatotoxicidad leve que agradecería que alguien que lea esto se sirva sugerirme o apuntar de dónde puede haber surgido.

dissabte, 7 de desembre del 2013

TRADUCCIONES Y AFLUENCIAS

La señora de la foto de la derecha se llama Joana Maria Camps. Nótese la o en el primer nombre, la ausencia de acento en el segundo y el origen catalán del apellido.
La señora de la foto de la derecha es la Consellera en las Baleares de Educación, Cultura y Universidades.
La señora de la foto de la derecha sabe que, en el entorno del cargo que detenta (1), es muy importante eso de hacerse una foto delante de una estantería repleta de libros. La que ella ha escogido cumple con ese objetivo, aunque no en su totalidad. A mí me gustan las estanterías más desbordantes, con libros al través, con libros por encima de las hileras, como proclamando impacientes la necesidad o la conveniencia de nuevas ubicaciones. Cabe la posibilidad de que la señora de la foto de la derecha (que acabo de leer que es abogada, agente de la propiedad inmobiliaria y, por supuestísimo, qué esperábamos a estas alturas, no vayamos a hacernos los sorprendidos, militante del PP) eligiera una estantería de libros de algún conocido o afín para la foto que ilustra este texto.
Añado que sólo me es imposible identificar uno de los lomos como un curioso Archivos de España y América que poco o nada me dice acerca del gusto literario del propietario de la estantería.

Porque...

La señora que ha de regir la educación de toda una Comunidad Autónoma de ese estado que me niego a mencionar con palabra alguna que implique el uso respetuoso de una mayúscula, esa señora que, en función de la información incluida en su nombre (al que añadiré un segundo apellido, Bosch, también de indudable raíz catalana) debería emplear y conocer la lengua catalana o mallorquina o valenciana o como quiera denominarse, pero lengua al fin y al cabo en la que algunos tendemos a entendernos, esa señora a la que algunos más maliciosos recriminarían un aspecto poco dinámico (o, siendo más incorrectos, recriminarían una cierta tendencia al sobrepeso) y un aspecto de no simpatizar con ciertos sectores más radicales de la juventud, esa señora que, insisto, determinará cómo sea la formación de un número nada despreciable de ciudadanos, es incapaz no solo de saber lo que es el informe PISA (informe que cualquiera que haya tenido hijos escolarizados en la última década sabe perfectamente que evalúa ciertas aptitudes de manera objetiva y comparada a nivel del continente europeo), no solo de eso, sino igualmente incapaz de reaccionar en medio de un discurso y saber que la palabra PISA, puesta a toda prisa y de cualquier manera y sacada de contexto, es traducida automáticamente al catalán teniendo en cuenta su acepción como tercera persona del singular del presente del verbo pisar (que es de la primera conjugación, e, intuyo, regular), por la palabra equivalente TREPITJA.  Dos veces le sucedió, sin reacción ni explicación inmediata o posterior. Perdiendo, además, la expresión PISA, todo su sentido por su condición de acrónimo de una serie de iniciales que no me voy a molestar en buscar, pero permitiéndome, además de otro post precipitado y davidfosterwallaciano, una sonora carcajada ante la inutilidad de los políticos, carcajada que progresivamente se hiela al pensar en que, por lejos que considere a esta inútil, está mucho más cerca de lo que parece. 
Sabiendo, como sé, de quien ha hecho una carrera profesional del hecho de limitar los intercambios orales en inglés al extremo mínimo de sólo relacionarse por escritos y aventurar las interpretaciones al errático y caprichoso designio del Google Translate.

(1) Aunque podría decirse que ejerce (mal) u ostenta (pues me consta que en varias ocasiones ha alardeado de su jerarquía en tono realmente desagradable y despótico), opto por mantener "detenta" dado que mi conclusión es que, aunque aupada a esa posición merced a algún proceso electoral, no es merecedora de él para nada después de una pifia tan colosal e indigna de su posición. Y ello ha hecho que esta entrada quede más DFW.

divendres, 6 de desembre del 2013

NICOLAS, EMPERADOR DE CHILE


Para tener veintipocos años Nicolas Jaar ya ha cosechado fama y prestigio. Lástima que sea en este mundo en recesión sin fín y en un género tan maltratado como la música a la que la etiqueta de electrónica acaba representando un estigma. Es decir: cuando escribo estas líneas ya sé de muchos que dejarán de leer no en menosprecio a cualquier valor literario que, de forma exagerada, pueda atribuirse a este texto, sino porque, sin cometer una mala apreciación, entenderán que cuando se usa la forma del ensayo para ensalzar algo, una de las primeras condiciones impuestas por el futuro lector será un mínimo interés, por incipiente que este sea,  hacia el tema del cual va a versar el texto; así que no voy a pensar que muchos lleguen hasta este punto si no tienen una cierta filia. Por lo que, de ahora en adelante, el texto se nutrirá básicamente de cierta jerga y cierta palabrería que, lo siento en el alma, aquellos que hagan bandera de su profanidad en ciertos conocimientos musicales, encontrarán extraña cuando no abiertamente incomprensible.
Un inciso previo. Este post aislado coincide en el tiempo con mi lectura (en este justo momento ando sobre la página 62, cuando acabamos de saber que Hal Incadenza alterna sus elevados niveles académicos y deportivos con el consumo de estupefacientes, y que su madre ha enviudado en el curso de los últimos cuatro años), de La Broma Infinita, buque insignia de la obra de David Foster Wallace, más de 1.100 páginas que, como siempre, afectan a mi modo de escribir (otorgarle el apelativo de estilo sería petulante) y experiencia de la cual barrunto la posibilidad, ante la certeza de que la cosa va a ser larga y seguramente difícil, de llevar una especie de bitácora del puro hecho de la lectura. Mi decisión al respecto será muy sencilla de averiguar en el curso de los próximos días.
Volvamos; pues Nicolas Jaar es de origen chileno y usamericano. Una mezcla a la que la democracia creativa que internet trajo de la mano debería más o menos tenernos acostumbrados. A pesar de eso, intuyo que en el momento en que su triunfo se ha generalizado (ese triunfo, insisto, modesto y de corto alcance) se ha decantado más por andar por NY, quizás relegando las estancias en Chile (que ignoro si las hay, pero es que he dejado de ser tan fanático de los músicos como para andar en búsquedas de donde tienen establecida su residencia) a épocas de mayor introspección o, vaya usted a saber, etapas en que uno debe alejarse de los focos y la fama y las multitudes para entregarse a, erm, el proceso creativo.
Jaar entregó, hace un par de años, un disco esplendoroso que tituló Space is only noise y al cual puso una de esas portadas espartanas en blanco y negro. De hecho le presté tan poca atención, mal hecho, a la portada, que al ir a buscarla, justo ahora me doy cuenta de que la foto reproduce un cochecito con un bebé durmiendo. Hace cinco minutos la forma en la esquina superior izquierda hubiera jurado que era un perro, o algo así. De hecho desde lejos me lo parecía. Vaya, este post ya me ha sido útil. El contenido de Space is only noise a mí me pareció, a priori, que debía ser otro de esos difíciles ejercicios de la onda de los músicos del neoclasicismo electrónico como Johann Johannson o Tim Hecker o Andy Stott. Pero no: se trataba de algo a la vez más orgánico y a la vez sin tanta querencia por la textura como por el contenido musical. Ese disco me pareció, me parece, uno de los discos más innovadores en muchos años, cuando esa innovación consistía en, simplemente, incorporar elementos poco habituales. La guitarra con twang o el saxo. 


Y frente a la difícil puesta en escena de un disco asi, donde la secuencia es fundamental para que el oyente no se encuentre con una hora seguida en el mismo tono, Jaar demostró su sentido musical incorporando voces, incorporando ritmos muy cercanos al dub (el video anterior es un ejemplo, aparte de tenderme un puente de oro para explicar la cuestión relativa a la portada). Esa es una cuestión clave, incluso en estos tiempos donde acceder a una canción determinada está solo a unos pocos clicks. La secuencia del disco era de una ayuda enorme, era esa secuencia donde necesitas oir la canción de ese momento tanto como que la siguiente empiece. 
Bien: el mundo respondió a Jaar y la acogida fue favorable. De hecho, y voy a establecer una afirmación que muchos tildarán de pretenciosa, consiguió uno de esos hitos que objetivamente ejemplifican el éxito: los del festival Sónar se fijaron en él. No es un farol: si algo han conseguido estos tipos es desarrollar un olfato hacia lo que interesa. Pueden haberse dado el trastazo y haber apostado por hypes, pero os digo yo que si pusieron el ojo en Jaar es por algo. Y la sesión para el Sónar lo demostró. Aportando material inédito, tomando el micrófono para sus fraseos ligeramente nickcavianos, acompañado de músicos orgánicos.


Ahora voy a reconocer cierta injusticia: Jaar se ha aliado con otro músico para publicar nuevo material bajo el nombre de Darkside: el disco se llama Psyche y yo seguramente me arrepienta en un futuro no muy lejano de no haber retenido el nombre de ese músico, pero como resulta que mi entusiasmo ahora es por Jaar, he decidido que nada puede ensombrecer su figura. Pues el disco de Darkside suena tanto a Jaar que me parece simplemente otro disco de Jaar. Vuelve a ser un disco excelente y vuelve a ponerlo difícil a la hora de definirlo. Es como si (aquí voy a ponerme algo técnico) los primeros ritmos del trip hop se hubieran congelado y se hubiese evitado la reiteración en ciertas bases sobreexploradas y sobreexplotadas, como si se hubiese decidido mezclar los estilos de una forma más decidida e inspirada. Jaar empieza a recordarme a cierto otro músico que viró desde la escena electrónica a sonidos más físicos (el gran David Holmes) y me lo recuerda porque parece tener muy claro que su formación y su progresión musical le deben tanto a las máquinas como a las colecciones de discos como a las bandas sonoras de músicos como Carter Burwell o Cliff Martínez. 


Para completar este panorama idílico y para finalizar este deslabazado post en el que se han notado en exceso dos circunstancias (a saber, el tiempo que hacía que no me empleaba aquí y la influencia de la lectura de DFW), rematar mencionando la sesión que los dos músicos se marcaron para la web de Boiler Room. Recomiendo (ya lo hice por Twitter a raíz de la sesión del gran Jamie XX) a todo el mundo que se dé de vez en cuando un paseo por la web de Boiler Room. Aparte de ver a grandes DJs en su salsa, los tracklist son un caramelo para cualquier interesado en el eclecticismo, sirva éste para llegar a la pista o no.


Y una nota de salida: ya que este post ha sido el producto de dos o tres ratos que me he sentado ante el teclado (como siempre, a lo bruto, sin edición, sin depuración de estilo, con el único listón mínimo de evitar faltas de ortografía y faltas básicas de expresión), por lo que sí: he decidido retransmitir esa lectura de DFW. Pues no soy capaz de esperar esas semanas hasta explicar qué me parece un libro, y porque soy consciente de que no es un libro normal de más de 1000 páginas. Sí: hay libros normales de más de 1000 páginas. Pero el de DFW sabía, desde la primera, que no iba a serlo.
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