diumenge, 22 de febrer del 2015

Y15W08: Grey

La primera palabra que revoloteaba mi cabeza como leit-motiv de la semana andaba siendo rutina. Ante la escasez de acontecimientos de relevancia, me disponía a someter al sufrido público a una anodina letanía de toda mi reiterativa vida semanal, con detalles de horarios, dedicación, empleo de ratos muertos, y explicaciones que no vinieran a cuento, pero que actuaran de contrapeso, solamente, aclaro, para que el desespero no cuajara hasta el punto de que se decidiera, en masa y gritando casi al unísono a nosotros qué narices nos importa la existencia del tipo éste.
Pero murió Steve Strange. Murió a mediados de semana con 55 años, edad que todo el mundo encuentra injusta, incómoda. no exactamente la flor de la vida, sabes, pero sí una edad en la que uno ya empieza a estar en una especie de poco confortable zona gris. Murió Steve Strange como podría haber muerto Boy George, y murió de un ataque al corazón sobre cuyas causas no voy a especular. Pues Steve Strange hace tantos años que no tenía ninguna aparición artísticamente relevante y ya se resignaba a ser conocido por un público muy nostálgico y restringido como el tipo con la cara pinturrajeada que cantaba en Visage, sabes, los de Fade to grey. Un bagaje pobre y raquítico, casi un auténtico monumento a la expresión one-hit-wonder, pero esa clase de artistas que, como algunos de los iconos más característicos de los ochenta, se sustentaba más en su condición de influyente que en sus meros logros artísticos. Que se redujeron a algún otro single de éxito, a la extraña elección de alguna de sus caras B como estrambótico complemento de sesiones electro, y a la fuerte implantación de su impactante imagen, a medias entre un clown de nuevo cuño, un artista de cabaret futurista, un intérprete de performances, un adalid de la androginia, y una suerte de crash-test-dummy de rebajas. La irrupción de Visage, inusual aventura en la que tomaron parte algunos músicos de los agresivos Ultravox! no hizo más que llevar al extremo, cual canto del cisne tocado por sintes. todo el planteamiento del más amanerado glam-rock, el aporte técnico de músicos como Eno o la primera oleada tecno-pop, con The Human League al frente. Strange eligió no ser una vieja gloria de primera fila. Seguramente los royalties de Visage le dieron más que suficiente para mantener en un estado digno su arsenal de trajes de chorreras doradas y hombreras imposibles y, visto su final, para qué más iba a necesitar. Podría haberse arrastrado en giras espaciadas por lustros, en mínimos conciertos en los que siempre concedería el mismo bis, en patéticos shows donde la gente cuchichearía de lo mucho que había envejecido o engordado, o lo mal que le salía ya el ajuste con el play-back.
Todo ello la semana en que todo el mundo hablaba de la inmunda peliculilla de las sombras de Grey y todo ello la semana en que, aún, tardo en verme reflejado en otra paleta de colores que ésta triste y nocturna que organicé un día, tras ser severamente abroncado por Selene por incorporar tonos flúor.

Todo ello la semana en que he descubierto que para que existan casas azules tienen que haber calles azules.
Todo ello la semana en que leo La pell freda de Sánchez Piñol (que, una vez más, me deja perplejo preguntándome qué ven muchos en ciertos libros y qué no ven muchos en algunos otros). La semana que termino engullendo las páginas de uno de esos pequeños futuros clásicos (Las ganas de Santiago Lorenzo). La semana en que, si vamos a seguir jugando con eso de las tonalidades grises, los grandes políticos de referencia en Catalunya parecen empeñados en demostrarme que no he de confiar en ellos para nada, nunca, en ninguna circunstancia.

dissabte, 14 de febrer del 2015

Y15W07: Corea, Sr. Juez

Cielos de Barcelona, vol III
Menos mal que los políticos de aquí (de los dos "aquí" con los que potencialmente puedo jugar) no se dedican a lo que los de otros países. Los políticos españoles y catalanes parecen programados por sus respectivos enemigos políticos y a la vez parecen programados para fastidiar a su enemigo colectivo que son sus potenciales votantes. Si una de las actitudes lógicas y naturales de cualquier trabajador es odiar a su jefe queda muy claro que los políticos consideran a la gente que podría votarles como sus jefes, habida cuenta del denuedo con el que se granjean un odio mutuo que no presagia nada bueno.
En España ese cadáver llamado PSOE (no me hagáis recordar a que corresponden sus cifras: la vejiga anda floja) se dedica a sus guerras internas que, seguro, se recrudecerán ante su más que previsible batacazo en las elecciones municipales, donde ya voy vaticinando que no va a obtener más de una o dos alcaldías de las áreas metropolitanas de grandes ciudades que habían sido su feudo.
Su alternativa por la izquierda sigue más pendiente de despejar dudas que de avanzar. Sus líderes han de lidiar con mil y una acusaciones en distintos grados de concreción, todas ellas agudizadas desde que el triunfo de sus equivalentes en Grecia se produjera y, también previsible, el estado griego se enzarce en una especie de lucha a varios bandos que, salvo colosal sorpresa, tiene perdida de antemano.
Y por la derecha el PP, corrupto y putrefacto hasta la médula, se limita a ver cómo sus rivales se debilitan.
Y en Catalunya nada está mucho mejor. Pero ya he escrito mucho para lo que merece esa chusma.

La lectura que marcó la anterior semana y parte de esta fue El huérfano de Adam Johnson, extensa y algo forzada novela dedicada a la cuestión norcoreana, lectura dura en muchos pasajes por cuanto a todo lo que sugiere en torno a la realidad de esa críptica sociedad. Curiosamente, más me reafirma en pensar que hay algo muy oscuro en ese país el leer el mundo de Yupi descrito en el panfleto de Cao de Benós que la lúgubre letanía descrita por Johnson, que a ratos parece obsesionado en incluir a cualquier precio una descripción de todos los posibles métodos de maltrato, represión y coacción a una sociedad por parte de sus gobernantes. Donde Cao de Benós parece el clásico vividor que ataca para defenderse (de lo reprobable que es ganarse la vida a través de sus exclusivas y sus acuerdos comerciales), Johnson debería moderar no su prosa sino su obsesión. Hasta hubiera quedado mejor si hubiera convertido El huérfano en una especie de trilogía multigeneracional. Porque estamos en una sociedad muy hipócrita y muy enfrentada donde es fácil meter en el mismo saco a Stalin, Cuba, Corea del Norte, Chávez, Irán y Pol Pot, donde la Ley de Godwin impera a sus anchas. Yo me creo a Johnson: se me clavan en la mente esas torturas y esa crueldad y esa frialdad perpetradas desde un aparato maquiavélico y desquiciado.

Leyendo ahora mismo: Nos vemos allá arriba de Pierre Lemaitre, novelón ganador del Goncourt en 2013, tremenda y fascinante historia gris muy oscuro.
Americanah de Chimamanda Ngozi Adichie, que tiene más de 600 páginas pero unas críticas bastante unánimes.
Un holograma para el rey de Dave Eggers: tercer intento de comprobar si Eggers es un escritor como el Spórting de Gijón de hace unos años. O sea, intentando acceder a primera división constantemente pero sin capacidad para consolidarse.

divendres, 6 de febrer del 2015

Y15W06 : Tongoy

Vayamos al grano. Si habré insistido veces sobre la condición narcisista e inmodesta que acarrea presentar un blog bajo las señas auténticas no os iréis a sorprender de que el acto inaugural de esta suerte de fase de renacimiento se sostenga firmemente sobre cuestiones personales más de lo que solía sostenerse.
Porque, además, no es que la cuestión pública haya hecho méritos esta semana para eclipsar lo personal con la menor relevancia. O es relevante que un endeble líder de un supuesto partido opositor en caída libre haya posado solemne, firmando al lado de un individuo de la calaña de Rajoy una ley que viene a reincorporar la cadena perpetua al sistema judicial. Para proclamar que la derogará en cuanto acceda al poder. O es relevante contemplar que una situación meteorológicamente excepcional como que nieve en una gran parte de Catalunya acabe siendo, otra vez, un pretexto para mostrar lo precaria que es la unión forzada entre las formaciones políticas partidarias de la independencia. O quizás sea relevante hablar de otro de esos programas basura que acaparan la atención de mayorías tan sustanciales que me hacen acabar deprimido, angustiado y desesperado respecto ya no al futuro de la oferta cultural, sino a la posibilidad de la existencia de su demanda. Más relevante es, lo reconozco, la cuestión del piloto jordano quemado vivo por la turba del Estado Islámico. Aunque seguro que en sus enfermizas mentalidades cabía el pasar a una season 2, toda vez que el espectáculo de las decapitaciones de rehenes empezaba a ser repetitivo. Soy de los que opinan que no hay que hacerles caso. Hay que presentarse allí donde estén y acabar con ellos. No vamos a pasarnos la vida huyendo de una religión absurda para abrazar otra.

Pues no: mi semana está marcada porque me han dicho (me han repetido) que tiendo a imitar a Tongoy. Tongoy es otro blogger dedicado a la cuestión del comentario literario. Este es su blog. Otro devorador de páginas sin ningún sentido de la mesura. Un tipo que abre un libro, avanza en él, muy rara vez lo suelta para dejar correr lo de acabarlo y, en cuanto acaba (a veces compartiendo sus impresiones iniciales o un avance de éstas a través de redes sociales) corre a reflejar sus sensaciones en su blog. Sin recato ni pudor, ni demasiada contención suelta lo que le ha parecido la novela o el ensayo o la colección de relatos y ahí queda eso. Emplea un tono confidente, irreverente y poco académico, un lenguaje coloquial y, aunque ha leído lo suyo, no le duelen las prendas en sustentar sus opiniones, que suelen ser contundentes y tienden al extremismo, en argumentos que más de uno de esos obsesionados en el seguimiento de cierto método crítico calificaría como peregrinos, erráticos, caprichosos o hasta inconsistentes. Lo que quieran: leerle es un placer, y leerle rara vez disuade de seguir leyendo. Su contumacia le ha acarreado no pocas polémicas y desencuentros con figuras de distinto rango del mundo editorial. Cómo no. Como el del dicho, Tongoy no sabe cómo se triunfa pero sabe que queriendo gustar a todo el mundo seguro que se fracasa. Así que no me siento insultado porque se sugiera que lo que escribo recuerda a él. 
Pero señores: yo iba primero. Y por mucho que algunos de ellos me causen vergüenza ajena, algunos de mis escritos iniciales aquí contenían justo eso: mala gaita, socarronería, entusiasmo bien o mal encaminado, y ganas de convencer por las buenas o por las malas. No sé si tiene sentido reivindicar ya no haber sido primero (antes estuvo el personaje de Hornby en Cómo ser buenos), sino el ser uno de ellos. Pero cada uno segrega su propia bilis. Seguro que contiene ADN, y éste es el mío.

Ah. Y ya que se trata de aceptar ser hasta cierto punto inspirado por alguien, mencionaría a Rodrigo Fresán y su colaboración semanal en Página 12, que cierto amigo se ha encargado de recordarme puntualmente cada martes.

Lecturas en las que ando:
La gran marcha, en la que tomo contacto por primera vez con Doctorow, uno de esos (cientos de) autores norteamericanos adorados por la crítica. Me gusta, aunque no acabo de comulgar al cien por cien con una narración tan sujeta al clasicismo narrativo.
El huérfano,  de Adam Johnson, novelón por encima de las 600 páginas sobre la sociedad norcoreana (sobre las cloacas de la sociedad norcoreana) que, aparte de abrumarme por su algo excesiva duración, me tiene sometido a una especie de dilema. Creérmelo o no, y en qué porcentaje. Algo de Solzhenitsyin flota por ahí, algo de denuncia, algo de desmedida crueldad casi grotesca. Incómodo, lo cual no es malo.
La inmensa minoría, de Miguel Ängel Ortiz, novela barcelonesa cuya solapa menciona a Candel y a Casavella, lo cual es mucho mencionar, y cuyo avance algo tímido aún no acaba de decantarse con claridad. Puede ser Manolito Gafotas en la Zona Franca o puede ser Junot Diaz pasa unas semanitas en Europa.
En la Patagonia de Bruce Chatwin. Inferior a Los trazos de la canción por lo visto hasta ahora. Pero Chatwin es mucho Chatwn.
La ruta del tabaco de Erskine Caldwell. Solo he leído la contraportada, joder. Es un melón por abrir. 
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