dissabte, 30 de juny del 2012

THE MAGNIFICENT SEVEN

Gabriel García Márquez : Cien años de soledad 
John Kennedy Toole : La conjura de los necios 
Paul Auster : El palacio de la Luna 
Truman Capote : A sangre fría 
William Faulkner : Santuario 
Martin Amis : Dinero 
Patricia Highsmith : Extraños en un tren 

Sólo uno original en castellano, mayoría de autores USA, ninguno de este siglo, o de este milenio, un fastuoso 5/7 para Anagrama. Mis dos elecciones previas (Capote y Highsmith) entre los votados, una media de 275-300 páginas por cabeza, cierta deriva hacia lo policíaco. De los 30 y pico lectores (sin conocer los anónimos ) que alguna vez han comentado, sólo 7 se han pronunciado. Elevado grado de abstencionismo. El orden lo otorgará el azar o el humor imperante. 6/7 en propiedad, uno de la biblioteca. Decantamiento hacia el clasicismo. Siete libros y ninguno mencionará e-mails, llamadas al móvil, internet y el ciberespacio. Bueno: la pre-selección fue mía. 
Sujetos a disponibilidad en la maleta, por cierto. Kindle algún día, ya veremos.

divendres, 29 de juny del 2012

LA VIRTUD DE LA BREVEDAD

Resulta que yo era escasamente consciente de quien era Augusto Monterroso cuando, hace cerca de dos años, había empleado el texto íntegro de uno de sus cuentos para titular un post. Un cuento brevísimo, por supuesto.
Obras completas (y otros cuentos), es el irónico título que Monterroso dio a su primer libro, un conjunto de relatos con el que este escritor guatemalteco que se afincó en México debutó en 1958. Curioso, los relatos no acusan en ningún momento esos 50 años de existencia. Monterroso ya era un escritor moderno entonces y su estilo poco puede envidiar a maestros de la narrativa corta como Carver o Monzó. Lo único que me ha parecido algo chocante con este libro es que los relatos sean más brillantes cuanto más cortos. Parece que la extensión prolongada dinamite la frescura y que la desnudez sea su mejor complicidad. 
Relatos como Diógenes también quedan lastrados por esa intentona de desarrollarse en exceso, mientras el inicial Mister Taylor, el mejor a mi gusto con mucha diferencia, es justo el que debería marcar el tono del libro, con su concisión, su magnífico desarrollo y su agradable sensación de parábola surrealista con muchísimas alusiones a realidades muy cercanas, prácticamente contemporáneas. Cosa que me deja, en el fondo, una sensación agradable: aunque no es mi género favorito, el relato corto es una buena manera de acercarse a la obra de un escritor y de emitir una valoración en su conjunto. Salvo libros como Knockemestiff, dotados de una cohesión que convierte los cuentos en episodios de una novela coral, este libro es un ejemplo de como la narrativa corta actúa de menú degustación. Algo parecido puede decirse de los numerosos libros de cuentos de Bolaño. En el fondo, el escritor presenta así su obra a sus lectores sin el exceso de pompa y de convicción de una novela: enseña lo que es capaz de hacer con este tema y con aquel otro. Otea la reacción (rara vez quien escribe no otea la reacción, rara vez quien escribe no observa las miradas de quienes le leen) y se aventura por el camino donde es mejor bienvenido. No siempre, pero es así. En cualquier caso, me quedo algo indeciso en lo que se refiere a indagar más en la obra de Monterroso. Si mejor cuanto más conciso, cómo voy a probar su única novela. 

dijous, 28 de juny del 2012

COMIDA PARA REPTILES 2.0 - Colaboración estelar de Germán Ynoub (visitadle en www.escribegerman.blogspot.com

- Chinos de mierda
-¡No hables así!
-¿Nochis de damier? ¿así es mejor?
-¡No! Porque no se trata de insultar a la gente por su origen ni estigmatizarlos.
-Tenés razón, ¡chinos de mierda!
-Eres un imbécil
-Y vos sos la chica políticamente correcta ¿no? A vos no te importa si ellos funcionan como una mafia. Entran al país pagando a quién sabe, reciben un negocio de quién sabe y trabajan de lunes a lunes de siete a veintitrés para pagar la deuda. Seguramente las ganancias las empezarán a ver sus hijos o sus nietos.
-Ahora decime también que se comen a los perros, tus prejuicios son los mismos que tienen toda la clase media. Típica cultura de tapa de periódico.
-No, no se comen a los perros, no. Pero jamás vi un chino muerto, y tampoco un funeral de ellos.
-¿Qué insinuás Claudio?
-Yo no insinúo nada, lo digo abiertamente: canibalismo
-¡¡Sos un animal!!
-Y vos tenés el prejuicio inverso: cultura milenaria, respeto por el otro… bah! Vos elegís ver la filosofía de Confucio y yo la plaza de Tiananmen.
-¿O sea que ahora ya no sos determinante, ahora estás con que todo es relativo? ¡Dejate de joder! ¿Cuál es el plan? ¿Tenés alguno?
-No, simplemente miro como la gente que es como yo y se queja de ellos entran y compran ahí sin siquiera mirar la fecha de vencimiento de lo que se llevan.
-Ah si? ¿vos no estabas cambiando las etiquetas del jamón en fetas el otro día?
-Por qué no te vas a la mierda un rato? ¿De qué lado estás?


Francesca se va y me deja solo en el local. Mis viejos me dejaron esta tienda para que, por fin, pusiera en práctica todas esas ideas que tantas veces le propuse a mi padre sin éxito. Él siempre siguió con su forma clásica de llevar el negocio. Y llegó la década del ochenta y los supermercados y comenzó el declive. Y después, cuando la gente regresó al negocio de toda la vida llegaron ellos con sus precios bajísimos. Ahora todo cambiará, después de varios puñetazos sobre la sobremesa del domingo y después de las lágrimas de mamá y de que el viejo se rindiera, después de todo eso, ahora soy dueño de local y me toca intentar ganarles a los chinos.
Sonríen los hijos de puta…. Sonríen y miran de soslayo hacia aquí. Saben que me queda poco tiempo. No venden cosas chinas, venden las cosas que consumimos nosotros, el agua mineral de siempre, el jamón, el pan, el tomate y el papel higiénico. Toda la cadena desde el desayuno hasta la revista en el baño.  Venden mi cultura y la venden a otros como yo. Saben que me voy a pique. Saben que toda la economía se va a la mierda, saben que ellos son el presente y el futuro. Ganan por prepotencia, por cantidad. Una sola provincia china de cien millones de personas son dos países muy poblados. Ellos mandan. Ellos y su Plan de Migración, ya son una avanzada de doscientos millones en todo el planeta. Ellos venden lo de ellos y también lo de nosotros, venden para ellos y también para nosotros. Tintorerías primero y alquileres de videocasetes,  después los restaurantes vegetarianos y después abiertamente chinos. Y ahora, casi enfrente de mi negocio, tienen su maldita tienda llenas de vestiditos para niñas, juguetes de plástico, fiambres, refrescos, helados portarretratos y toallas. Y en la planta alta la peluquería, la estética y los masajes…
Pues a la mierda con el tema de la comida, me digo, un cambio total del asunto. Le voy a hacer caso al catalán que me dejó el teléfono de la Asesoría Para Pequeños Negocios Occidentales. Los llamaré y veré cuanto me sale cambiarle la cara a todo esto…

Quince días y el cambio es total. Cortinados espesos y llamativos, luces cálidas, barra de madera oscura y contra el espejo se acumulan los licores. Sobre mi escritorio se apilan los controles remotos. Control para correr y descorrer cortinados, control para potencia de luces, control para volumen y temática de la música y finalmente control para la emisión de las imágenes de las pantallas en los gabinetes. El cambio es realmente increíble, mis padres estarían orgullosos de mi. Gasté todo lo ahorrado en la transformación. El cartel de “Almacén Horacio” queda como un recuerdo en el desván de mi casa. Ahora los neones amarillos y rojos anuncian al barrio, al mundo  y a mis vecinos de enfrente que no me voy a dejar atropellar. El cartel se enciende e ilumina toda la calle: “Masajes Orientales”.
Sonrío con satisfacción. “ahora van a ver” susurro imitando la sonrisa que le vi hacer a Jack Nicholson en la película Chinatown. Repaso la lista de bebidas y los precios, también la lista de masajes:
*Masaje Maracaná (50 euros) (un exquisito masaje que te dejará sin palabras y con la sensación de no entender que es lo que te ha pasado)
* Masaje de Oro (81 euros) (Sensual masaje 2x1… sin palabras)
* Masaje Olímpico (24 / 28 euros) Masaje exhaustivo con copa de frutas o cerveza holandesa

Comida para reptiles, me digo… Tipos de más de cinco décadas, tirados en una camilla bajo lámparas de calor, con los ojos fijos en las pantallas y además las chicas les dan la comida en la boca…
Masajes Orientales , hermosas uruguayas y final feliz,  chicas simpatiquísimas que masajean al cliente mientras este mira un partido de futbol de manera privada y en pantalla ultraplana. Clientes que dijeron sin culpa a sus esposas o a su secretaria que salían a ver el partido. Clientes felices mientras sube la adrenalina por la definición por penales… ¡Esto es la felicidad! Ya los veo, casi los puedo ver, nerviosos, en sus sillas mirando abiertamente hacia aquí. La planta alta cerrada sin remedio, y en mi negocio, además de los nuevos clientes, cruzan los que eran habitués de ellos. Si, me digo, los tengo en un puño. Sonrío desde la entrada de mi negocio y enciendo el puro con la llama de la vela roja de la entrada, ya los puedo ver, amenazándome con sus cúteres de 0.99 euros.

COMIDA PARA REPTILES

- Esta persiana tenía la espalda de tu madre destrozadita.
- Deberías haberle instalado un motor.
- Sí. A todos nos convendría un motor. Anda, - me tendió las llaves - no te olvides de pasar por el gestor a firmar los papeles.

Aún tardé un poco en reaccionar. Llevaba unos días lento de reflejos. Era normal. Era un ser que vivía con las cejas arqueadas desde que me habían dado la noticia.

- Hijo, nos hemos pasado la vida en esa tienda. Ahora nos toca disfrutar.

Y qué otra cosa pude hacer. Encima, Carla estaba entusiasmada. Desde que nos conocíamos, me había hablado de una de las ilusiones que la trajeron a Barcelona: tener algo parecido a un negocio propio. No tener que obedecer a un superior. Bajar una persiana, sí, pero antes recoger la recaudación y llevársela a casa.

- No todo es tan bonito como parece. Cuando llevas un negocio propio, nunca ves el momento de acabar. No hay horario, no hay nómina a final de mes, no hay vacaciones ni fiestas si las cosas no rinden.
- ¿Qué negocio así no va a rendir?. Desde luego, no uno de alimentación. La gente siempre necesita comer.

Lo cual era cierto: todos necesitaban comer, pero necesitaban comer mucho más de lo que les vendía la tienda que había diez metros a mi derecha. Regentada por unos chinos, que yo, a duras penas diferenciaba entre ellos, por su sexo y su tamaño. Cuatro o cinco, quizás más, de ellos. Sentados pacientemente ante el mostrador leyendo el periódico en esas endiabladas letras suyas. Cobrando sin apenas alzar la vista ni dirigir la palabra, recogiendo los billetes con indiferente diligencia, y entregando cambios siempre exactos.

- Podías haberme dicho que la cosa había pegado ese bajón, papá.
El teléfono al otro lado devolvía ruidos de todas clases.
- Hijo, están llamando nuestro vuelo. Cuídate, ya te llamamos nosotros cuando lleguemos a Buenos Aires.

Qué coño se les había perdido en Buenos Aires. Y en todos los países que habían visitado o les quedaban por visitar. Habían cobrado uno de sus planes de jubilación y estaban viviendo la vida. No se lo podía recriminar. Si yo algún día llegaba a su edad, y tenía un hijo desempleado al que colocar un negocio que andaba titubeante, y algo de dinero que un banco no había conseguido robarme o convencerme para invertir en unas acciones ruinosas, no sé si elegiría el cono sur en pleno otoño, pero algo haría. Moscú, Praga. Donde fuera, con tal de no ver chinos.

Ellos, mis chinos, seguían allí. Mal: empezaba a distinguirlos. Estaba el tipo que siempre estaba en la puerta a media mañana. Parecía el propietario. Siempre llevaba una camisa polo de un color anaranjado y fumaba compulsivamente. Estaba algo calvo para ser un chino. Pensaba que a esos no se les caía el pelo, pero mira tú. A veces se había cruzado conmigo por la acera, y yo había probado de echarle una mirada algo desafiante. Como si la calle Provença de Barcelona fuese a ser el O.K. Corral. Estaba la que debía ser la mujer, que siempre iba deprisa a todos lados. Aún así un día, que dejé a Carla en la tienda, la seguí: iba al banco a ingresar dinero, como casi siempre a la misma hora.
Todos los días que el banco abría estaba allí, ingresando la caja del día anterior.
Y yo ni recordaba cuando lo había hecho por última vez.

- Eso se llama dumping. Vender un producto por debajo de su coste, o usarlo para atraer al cliente al punto de venta y colocarle otros productos con mejor margen. Tú deberías centrarte en el nicho de Producto de Alto Valor Añadido. 

El asesor tenía su despacho en una cuarta planta. Bajé por la escalera casi saltando por los rellanos. No había duda: a ver qué iban a hacer los chinos y su tienda cutre en la que apenas pasaban la escoba, cuando yo reformara la mía y le diese un toque de charme y un indiscutible aroma gourmet.

- Pero no podemos permitir cerrar durante la reforma. Iremos decorándola sobre la marcha.

Tras otra llamada de mis padres, precipitada y llena otra vez de interferencias, preguntas sin respuesta o  respondidas con evasivas, y rmontones de ruidos de fondo, me puse manos a la obra. Los anticuados anaqueles de fórmica blanca, viejos y agrisados, empezaron a vaciarse de arroz y pasta y latas de tomate en conserva y de atún. Si los chinos querían vender todos esos productos a un margen ridículo, si querían reventar el mercado, yo no iba a hacerlo. Para eso tenía mis asesores.

- Estás algo equivocado en lo de la estética vintage. Eso consiste en tener carísimas cosas nuevas con aspecto envejecido. Cuando las cosas son viejas de verdad, no son vintage. Son viejas. Puedes hacer lo que quieras. Pero en fín, lo importante es el producto, distinguir tu oferta: concéntrate en Producto de Alto Valor Añadido.

Puse vinos caros, puse cervezas de importación y productos de lujo: almejas, conservas vegetales de esas que parece que han sido elaboradas artesanalmente. Aguas minerales francesas, en botella de vidrio. Repostería de alta gama. Algo de charcutería selecta. Quesos con aspecto de llevar años de procesos tras de sí.

Lo otro que había dicho el asesor. Que ese tipo de negocios había cambiado con la irrupción de los chinos y que no había más remedio que alargar un poco los horarios. Así que empecé a mantener la tienda abierta hasta las 10 de la noche. En lo referente a la decoración, limpié a fondo y cambié algo la disposición de los muebles. Les dí una capa de barniz, algo patética. Iluminé la tienda con velas junto a los convencionales tubos fluorescentes. Dos grandes velas, de más de un metro de alto, flanqueaban la entrada: una azul y una roja.

- Todo funcionará a la perfección: Hará falta que me ayudes una temporada pero luego ya podremos contratar dependencia.

Así que Carla abandonó el trabajo con el que había sobrevivido desde que había llegado a Barcelona: médium en un gabinete que atendía físicamente pero también por teléfono e internet.

- Pues voy a acabar alegrándome. La gente está muy rara últimamente. El otro día un chalado me pidió que contactara con el espíritu de Roberto Bolaño para saber qué opinaba de Eduardo Galeano. Se ve  cada cosa.

A los dos días, los chinos colgaron el cartel precariamente escrito en una impresora, font Times New Roman tamaño 72, letras mayúsculas: "vino bueno y cervezas importación muy baratos".

No podía evitarlo. Me quedaba parado en el umbral de la tienda, brazos en jarra. Entre las dos velas enormes, parecía la figura en un conjunto escultórico de dudoso gusto y resultado patético. El conjunto resultaba alterado por los, algo convulsos, movimientos laterales de mi cabeza. A izquierda y derecha, parecía querer avistar a lo lejos la aproximación de un cliente: para aclararme la voz, para tener presta la mejor de mis sonrisas (cómo me costaba, ya, sonreír), para echar un rápido vistazo atrás en comprobación de que todo el género estaba perfecto y listo para llenar bolsas y bolsas de generoso dispendio, de pistoletazo de salida para que aquel triste rincón deviniera el centro de peregrinaje de los gourmands de aquel barrio y los colindantes...

Puntos suspensivos. Porque todo eran fogonazos. Y falsas alarmas y espejismos que se acercaban y pasaban de largo.

Así pasaban un día tras otro, de lunes a sábado, de diez de la mañana a diez de la noche, hora en que, cansados de no hacer nada y decepcionados, metíamos unas cuantas cosas de las que no vendíamos, a punto de caducar, y nos las llevábamos a casa para prepararnos la cena.

No iba a poner un euro más allí. Donde aquello iba a ser una herencia estaba siendo un lastre. Mis visitas a los asesores (y, por tanto, sus facturas) se producían mensualmente.

- Haz dumping tú también. Coloca algunos productos por debajo de su coste, haz que los clientes acudan.
- Vienen, y sólo se llevan lo barato. Se largan sin comprar lo otro y cada cliente que entra me cuesta dinero.
- Piensa a largo plazo. No seas cortoplacista. Estás invirtiendo en fidelización de la cartera de clientes. En clientes de alto poder adquisitivo. Huye de los gangueros.


- Han empezado a abrir hasta la 1 de la mañana, y por la mañana abren un cuarto de hora antes. Y los domingos por la mañana también abren.
- Están desesperados: ya notan que les estás haciendo daño. Mantén tus horarios y sube precios: es importante que el cliente perciba la diferencia cualitativa de tu marketing mix.

Segundo cartel de los chinos "buenas comidas de muchos naciones, precio económico".

Carla empezaba a no verlo muy claro.

- Sigue sin entrar mucha gente.
- Es que te pones delante de la puerta como si fueses un guardián. Tienes que dejar de estar ahí con esa pose desesperada. Siéntate dentro: lee, navega por internet, no muestres ese desespero.
- Mira: si quieres no vengas más que por la mañana un rato. Descansa, ve al gimnasio, sal con alguna amiga.

Y el asesor seguía haciendo facturas.

- No cubro ni el sueldo mínimo que le he aplicado a Carla.
- La nuestra es una apuesta a largo plazo. No hay que renunciar a nuestro core business.

- Los proveedores empiezan a quejarse de que no les pago. Me dicen que no me servirán género.
- Bueno, si no vendes apenas eso no va a ser un problema, ¿no?. Lanza una campaña de descuentos agresivos para eliminar stocks y recapitalizarte.

Harta de todo, Carla un día me dijo lo inevitable.
- He conocido a otra persona.

Y a mi no se me ocurrió otra cosa que decir.
- Espero que al menos no tenga los ojos rasgados.

Tengo esos detalles de auto-mortificación.

Los asesores seguían a lo suyo.

- Tienes que crear en la clientela una imagen de marca de la tienda. Contrata a una dependienta guapa para que la atienda y tú limítate a gestionar y dirigir el negocio.

Lo cual consistía en huir de los acreedores y en retirar escrupulosamente la escasa recaudación para poder pagar el escandaloso sueldo de la dependienta-florero.

- Ya veo lo que te ha costado olvidarme. Aparezco por la tienda para que hablemos y has tardado en poner un bombón a atender el negocio en mi lugar.

No me dio tiempo de darle explicación alguna antes de que Carla colgara.

Más asesores.

- Diversifica: sorprende con nuevos productos a la clientela, haz promociones especiales. Por cierto, no podremos atenderte más, hasta que nos pagues las facturas pendientes.

Tercer cartel chino.

"seccion comida de animales. Promócion especial comida para reptiles!"

Cazaban los ratones y bichos que encontraban en el almacén y se los vendían al chalado del barrio que había montado un terrario en su balcón.

Carteles. Decidí hacer el mío.

"Clientela del barrio: harto de intentar llevar adelante el negocio, el próximo sábado ofreceré un producto único: a las diez de la noche, hora del cierre de la tienda, me suicidaré delante de todos los que quieran estar presentes".

Así que allí estaba, el sábado, diez menos cuarto, preparando mi combinación de caro vino de marca y cuantiosas dosis de barbitúricos, contemplando como, diez metros a mi derecha, tres chinos, sentados en sendas mesas en plena calle, blandían, arremangados, tres cúters contra sus muñecas.

dimecres, 27 de juny del 2012

VELOS Y VUELOS

El 51 por ciento de los egipcios han votado al candidato de los Hermanos Musulmanes. El mundo respeta su decisión: todos los grandes mandatarios expresan su respeto de manera grandilocuente para quedar bien en la foto bajo el epígrafe "los grandes demócratas siempre respetamos las decisiones soberanas de los pueblos".

Exactamente igual que se expresaron algunos acerca de lo de Sortu hace unos días. Pues sí, yo opino que Sortu debe poder concurrir a unas elecciones. A ver qué hacen algunos si se llevan la lehendakaritza ( si hay algún euskaldún que me corrija).

Pero no es así. El programario y las declaraciones de muchos líderes de los Hermanos Musulmanes levantan enormes dudas sobre si la sociedad egipcia opta por avanzar o no. Muy complicado, como hablar del Líbano o de Palestina, pues siempre interponemos nuestro convenientemente adoctrinado punto de vista occidental. Pero no creo que sea excederse, en ese sentido, si hablamos de la situación de las mujeres o de la libertad de expresión, de cómo pueden cambiar las cosas si aplican su ideario. O de la intención manifestada de no respetar la paz con Israel. Cómo se lían las cosas por todas partes, aunque quizás sea esa la percepción que se procura que tengamos, con tal de mantenernos expectantes y siempre con un arma bajo el colchón. En todo caso, unos dirían que es mejor esperar acontecimientos, ver si esas promesas de moderación y respeto se confirman, mientras otros dirán que unos meses puede ser tarde. Lo más posible es que carezcamos de perspectiva para emitir un juicio justo. 

Mucha gente apenas sabía de Qatar hasta que vio el nombre de ese país escrito en las camisetas del Barça, y supo del enorme dineral que podía aportar simplemente para publicitarse. Hace unos meses que las líneas aéreas de Qatar (las del fallido intento de reflota de Spanair que acabó como el rosario de la aurora), las muy propiamente denominadas Qatar Airways, insertan publicidad en los medios de aquí: una publicidad con un aspecto algo demodé: como si rechazasen la posibilidad de campañas de un aire más agresivo y moderno, y renunciasen a eso en aras de una estética conservadora, de esos uniformes en gris/berenjena, tapaditos, falda por debajo de la rodilla, sin escote, con ese gorro sí, tan de azafata, (otros anuncios muestran una especie de tocado más similar a una shayla o a un hiyab), pero tan socorridamente útiles para cubrir el pelo... frente a la agresividad de otras compañías aéreas, especialmente las low-cost, que parecen decirle a todo el mundo que puede pegarse la gran fiesta por escasos 50 euros de vuelo en cualquier parte de Europa un fin de semana, las Qatar Airways presentan una imagen de decencia y decoro y corrección halal que me hace pensar detenidamente. Otro oscuro requiebro del capitalismo: otorgar el poder a quienes disponen de recursos, sin poner pegas a sus patrones éticos. Ustedes tienen el dinero, ustedes imponen sus costumbres, otros a obedecer, otros a acatar. Vaya, aQatar.

CRITICAS A LA ENTROPIA DEL UNIVERSO

¿Entropía?
Pero qué entropía, ¡coño!.
Para empezar, sibilinamente, empleo los correctísimos signos de apertura en interrogaciones y admiraciones, y así demuestro, aunque sea anecdóticamente, que la mención de la palabra entropía me tensa, tanto, que no descansaré hasta negarla y reducirla a una mera disquisición de la mente. Hablando de mente: incluso voy a luchar con todas mis fuerzas para acabar con esa profusión de adverbios acabados en mente que salpimentan mis escritos. Dos propósitos de enmienda, y no llevo ni diez líneas.
Ocurren varias cosas. De normal las enumeraría tras dos puntos, pero también noto en mí una cierta disposición a usar en exceso ese signo de puntuación. Acabamos con los dos puntos, con los adverbios polisílabos, con la puntuación anglosajona. A ver que queda tras eso.
No soy capaz de acabar de manera satisfactoria el cuento que propuse. El telón cae lento, pero cae sin cesar. Las palabras no fluyen, y las especulaciones sobre lo que otros pueden sacar de mi planteamiento se amontonan sin nada que hacer para mitigar mi ansiedad, salvo recriminarme una y otra vez que lo más posible es también lo más terrible. O sea, que cualquier otro haya sacado mejor provecho de mi idea que yo mismo, que soy un ovillo de tramas inconclusas y de finales nada satisfactorios. He de acabar también con las frases telegráficas, pero aún diré la última. Qué cosa, en la vida, tiene un final satisfactorio. Final de verdad, no punto y seguido. Pocas, o ninguna.
Hablaba de la entropía, y fui a otro sitio. Como el que entra en la cocina a por una servilleta, y se para ante la nevera y toma una Coca Cola. No es casual que diga esta marca, claro. Quienes me visitan han vuelto a pararse, y muchos de los que escriben parecen haberlo dejado correr. Esa era la moneda que permitía las transacciones, ninguna otra cosa que los comentarios mutuos y la amabilidad y la corrección de corresponder, agradecido, a quienes me visitaban. Como un letargo, así es lo que se ha apoderado de esta página y de las que con ella alguna relación mantienen. Y los que residimos en Europa podremos excusarnos con el calor, que aplasta, y el progresivo parón de la actividad, como los que están en América dirán que a ellos lo que les aletarga es ese frío inhóspito. Todos parecemos tener algún poderoso motivo para no emplear fuerzas vanas en movimiento. Todos desestimamos más esfuerzo ante la ausencia de una retribución inmediata y proporcionada. Vas a recoger lo que siembres. Yermas cosechas se avecinan, entonces. No va por nadie en concreto, que nadie vaya a pensar que ando dirigiendo flechas en alguna dirección concreta. Además siempre me quejo, pues eso me dijeron en la escuela. Frases como la vida es una jungla, como que no hay bastante tarta para todos, como lo mejor es enemigo de lo bueno. Ja. Si no veis claro que hasta los posts que de nada hablan algo pretenden. 
No sé si mañana se despertarán todos al unísono y podré enviarle a Casciari un comentario en modo de tímido levantamiento de dedo que interrumpe la clase magistral. Hernán, mira sólo un momento, pierde algo de tu tiempo en leer lo que salió de este juego privado, de este insignificante y tímido lanzamiento de órdago. Aquí están estos cuentitos, este malvado y sangriento, este tímido y algo esperanzado, este fantasioso y formidable. Aquí está la cosecha humilde de un rincón del éter donde algunos, cada vez menos, pensaban que se iba a gestar una nueva corriente, una nueva brecha por la que caminaría, orgullosa, toda una generación. Tendrá que ser degeneración. Qué hi farem.

dimarts, 26 de juny del 2012

FONDO DE CATALOGO

Turbulencias. Golpes de caja que retumban. Tímidos apuntes de piano eléctrico. Un excelente grupo que elige un primer disco para incluir un tributo a uno francamente mediocre. La lógica salta por los aires. También el polvo en el subwoofer. Bajos, bajos y más bajos.


Lo masivo, quizás para algunos. La herencia de las cuerdas de la vida, dijeron otros. La demostración de que se puede viajar sin sacar billete. El viento da en plena cara aunque se esté en una habitación oscura y cerrada. Manos al aire hasta tocar el techo.


Adele? Quién es Adele? Para qué estar décadas y décadas esperando imitaciones y manidos golpes de efecto cuando se tiene el original, incomprensiblemente, escondido en baúles.



Ashley Beedle. Puede que ahora trabaje en una oficina o te corte el ticket en alguno de los clubs que hizo arder en llamas. La vida es injusta, los médicos hicieron todo lo que pudieron, los griegos no podían ganar ese partido.


A veces nieva en abril, y a veces oscurece a las doce del mediodía.




LA ESTAFA DE LA AUTOAYUDA :UN CASO PRACTICO

Sí: aunque nos lo hemos pasado bien, quizás sea el momento de dejar tranquilo a Galeano. Cosas del ser humano y de esa herencia depredadora que arrastramos (o cosas de haber visto Dead Set, vaya usted a saber), mi hambre no puede quedarse sin saciar. Veamos lo que es capaz de ponernos en la contraportada un día cualquiera de Junio un serio periódico barcelonés como La Vanguardia. Preparad el primperán.


Si cabe que yo añada algo más, lo decís. A mí, en función de preguntas y respuestas esquivas, me ha dado la impresión de que se habían intercambiado preguntas y respuestas de dos entrevistas diferentes. Menudo pájaro. Sí: desde el malote de Sons of anarchy no debería fiarme de tipos con barba y pelo rizado. Justo el que se suicidaba al principio de la última temporada de Entourage.

Mientras tanto, reservo la última bala para tipos como éste.

dilluns, 25 de juny del 2012

LA EDAD DE ORO DEL RECICLAJE

Antes de empezar a escribir, me pregunto: "¿y si lo escribo con tinta verde?.

Porque, amigos lectores (ja! las ganas que tenía de decir un día "amigos lectores"!), nuestro planeta enterito se va al carajo. Consumimos recursos naturales, lo ponemos todo perdido, cada vez somos más. Luego encima nos da pereza separar la basura y tirarla donde nos aconsejan. No dejamos de comprar cosas en envases enormes que ocupan sitio y emplean tintas que emponzoñan riachuelos. Aunque puede que acabemos encontrándole buen gusto a la trucha mutante y la incorporemos al menú de algún restaurante chic.
Yo voy a aportar mi grano de arena.
Arena procedente del desierto que se crea hace unos años, cerca de mi casa, allá donde había, no hace mucho, frondosos bosques de coníferas, de abetos, de cuyas ramas una ardilla saltaba cada día para saludarme la mañana.
Voy a reciclar ideologías. Es una verdadera pena que magnos pensadores urdieran doctrinas a lo largo de años y años de grave meditación, para que ahora todas ellas acaben sepultada por el ultraliberalismo capitalista teñido de democracia de pandereta.

No se puede desperdiciar tanto ceño fruncido.

Del islamismo reciclaré la idea de impedir que las operaciones de préstamo entrañen el pago de interés o rédito alguno. Porque ese sencillo mecanismo es el que moviliza al capitalismo, y el que hace que la descompensación de la balanza se agudice. El que hace que el abismo entre disposición y necesidad de fondos sea más pronunciado. Ricos más ricos y pobres más pobres.

Del comunismo: el castigo ejemplar al mandatario corrupto. Algo que no debería haber desaparecido jamás. Quien engaña y defrauda la confianza de todos, que lo pague bien caro. ¿Cómo de caro?. ¿Qué nos dices Francesc, que estás defendiendo solapadamente penas de muerte o cadenas perpetuas?. Igual hay que hablar.

Los límites a la propiedad privada. Cuando muchos están desperdiciando o mal usando recursos que permitirían a otros tener una existencia digna. ¿No hay que plantearse eso?.
La educación pública y gratuita universal hasta los grados superiores.

La regulación:
Directivos altamente retribuidos que, superada edad de jubilación, se sientan en varios consejos de administración.
Pluriempleo. No hablo del que tiene que trabajar en dos mini-jobs para ganarse la vida. Digo directores de oficinas de bancos que se ganan sobresueldos. 
Cargos públicos.

De la revolución francesa: acabar para siempre con los dolores de cabeza de monarcas y aristócratas. Acaba con ina, y no es aspirina.

De la socialdemocracia: las políticas sociales.

Lo único que salvaría del capitalismo sería el espíritu de superación y mejora. Pero creo que eso es intrínseco a otros muchos idearios y sistemas. El error en el capitalismo es que su finalidad no es la mejora de la sociedad sino la obtención de rendimiento económico del producto que gana la competición. A costa de lo que sea, que casi siempre es la destrucción de los sucesivos competidores. El que nos hayan vendido que eso ha acarreado un progreso intrínseco es perverso. Las sociedades ya avanzaban antes. El capitalismo sólo ha hecho que ese avance se haga a costa de otros que no avanzan sino que, incluso, retroceden, o, en ningún caso, avanzan al ritmo de la cabeza.


diumenge, 24 de juny del 2012

VERANO AZUL

Tuan, me, Bernie
Seguro que hay algo así en cada país. Una serie de TV que, cuando es verano y la gente está de vacaciones en la playa, y el cerebro se pone en off, aplastado por temperaturas elevadas y cerveza muy fría, los programadores condenan a ver uno tras otro año, seguros de su éxito y de su incorporación al imaginario patrio.
Sant Joan: oficialmente el día más adormecido de todo el año en Barcelona. Porque el 1 de Enero es un día de resaca y de despertar tarde, pero normalmente hace frío. Pero Sant Joan: las calles están llenas de carcasas de fuegos artificiales. El olor a pólvora ha escampado, pero el calor, que hoy no es aplastante, acentúa el cansancio de la verbena de la noche anterior. Uno puede no dormir por participar en una fiesta o  porque los que participan en su vecindario se obstinen en que no duerma. Las fiestas son al aire libre en terrazas de edificios. Los niños están: están los primeros, tanteando hasta donde se atreven con petardos y bombetas. Las ventanas están abiertas y el ruido penetra con facilidad. Los estudiantes disfrutan ese momento mágico: el final del curso en una especie de epifanía final con los compañeros: recuerdo cuando estudiaba que nada se consideraba una afrenta mayor que un examen pasado Sant Joan. Menudo hijoputa el profesor que se atrevía a trincharte una noche así. Era como si ello impidiese el merecido descanso en la noche de la catarsis. Era la noche del reset y del ya llegará septiembre y de los escarceos finales con las ellas de turno antes de que el final de las clases aboliera encuentros casuales en las escuelas y obligara a orquestarlos con aquello de quedar. Quedando, mostrabas las cartas. Era la última oportunidad de muchos: las ellas podrían irse de veraneo y volver, en septiembre, con la marca del ya no soy la misma  dibujada en la cara.
Sant Joan: los perros de RAC1 aprovechan el resultado de sus votaciones (ver post titulado Radio acojonada de Catalunya) para aportar creatividad nula en su programación musical (y supongo que el pretexto será el escrutinio de una consulta popular, como si hubieran preguntando por la independencia o por el futuro de la monarquía), programando las canciones resultado de su votación "canciones que animan". Esa es la música de una emisora cuyo personal, seguramente, anda también de verbena. Imagino un conserje custodiando un estudio de radio con un piloto rojo y un cartel "on the air" por todo testimonio de actividad.
Sant Joan: el verano mediterráneo se inicia, con el telón de fondo de los alemanes erigidos, in pectore, como los centinelas del nuevo paradigma de la putrefacta Unión europea. Por favor, invadidnos después de la siesta. En cualquier caso, no hagáis ruido. En la cocina queda algo de la coca de ayer.

METACRITICO

A pesar del letrero que figura a la izquierda a fecha 24 de Junio (lectura en curs: Un paseo por el lado salvaje, de Nelson Algren), he de decir que estoy leyendo algunos otros libros, también. Igual que el periódico, o una revista, o la televisión despreocupadamente, no tengo muy claro el sentido de reseñarlo y relatarlo todo.
Aunque a veces me entra la duda. Si escribir una bitácora supone explicar al mundo cosas, por qué no explicar de vez en cuando alguna de esas que, aunque uno le presupone nimiedad, puede no tenerla para quien la lea. En esas disquisiciones procuro no entretenerme. No sea que me pase en la reflexión, que progrese en mi elucubración, y tienda a pensar si a alguien le da por extender esa elucubración a otros ámbitos de la vida. Así empezaría algún escritor de autoayuda. Con lectores/amigos dándole palmadas en la espalda: sigue, Jorge, sigue.
Adelante, pues.
He leído dos libros seguidos de ensayo. No he memorizado, para aplicarlo,  mi decálogo voluble, pero ganas me dan de de ver si puse ahí algo sobre leer dos libros seguidos de ensayo. Para recordármelo a mí mismo y no repetirlo. 
Uno se llama El sonido de la velocidad. Habla sobre el cine y la música electrónica. Sobre autores de bandas sonoras que son, a la vez, músicos de esa escena. Sobre películas proclives a esa música de fondo. Ya sabéis, películas de ciencia ficción, películas ultramodernas con secuencias en discotecas neogóticas. Es un ensayo de varios escritores, coordinado por dos especialistas, con una cierta intención de obra definitiva. Problema con los ensayos con intención de obra definitiva: escribirlos en 2005 y que no se acabe el mundo inmediatamente después. Porque leer ese ensayo a mediados de 2012, leer sobre algunos compositores que ya han publicado, desde entonces, grandes trabajos, se revela algo frustrante. Es como si los ensayos debiesen quedar en versiones actualizables, conforme nuevos hechos aportan nuevos detalles. Entonces un libro como éste podrías leerlo de acuerdo con la actualización de las obras de todos los autores que describe. Y con la perspectiva de quien ha consolidado una carrera o la ha echado por la borda completamente. Otro problema, de otra índole, con los ensayos, especialmente cuando son escritos de una forma coral: todos los autores intentan optar por un enfoque original, huyendo del cuadriculado rigor científico e, igualmente, todos los autores intentan presentarse con algo que descoloque completamente a los demás. En este caso concreto: películas que apenas nadie conoce o ha visto (mala idea de mala persona: a ver si es que no llegan ni a existir), oscuras grabaciones influyentes, inindagables referencias cruzadas. Lo reconozco: consumo ensayos sobre los tipos de música que me gustan siempre con la misma intención: cazar con el e-mule discos de los que no había oído ni hablar y, consecuentemente, autosatisfacer tanto mi ansia de nueva música como mi ego de empedernido DJ aficionado (tener música magnífica de la que nadie tenía ni idea). Pues bien: poco rendimiento me ha procurado este libro, a pesar de su exhaustividad. Y siete años, en este mundo loco que consume películas y música a toda castaña, es, casi, una eternidad. En todo caso, nada malo se le puede atribuir a este libro salvo ser incapaz de predecir el futuro.

Mucho más raro ha sido lo que me ha pasado con este otro libro: CT o la cultura de la transición. Otra obra coral, otro ensayo, este con un coordinador y con una intención sumamente loable. Lanzar una contundente mirada crítica sobre la situación cultural generada en España desde la muerte de Franco hasta hoy. Mirada edificada partiendo de la premisa de que la cultura y la intelectualidad (preeminentemente vinculadas a la izquierda) fueron toleradas y progresivamente adocenadas en función tanto de su coincidencia con el mercado que las consumía como de su alineamiento con una cierta conciencia política generalizada: la evitación del conflicto y la búsqueda de la conciliación.
El punto de partida es excitante: realmente cualquiera con un cierto sentido crítico se da cuenta de que la cultura española es un desastre absoluto. De que las grandes figuras que han sido entronizadas por el aparato cultural son auténticas mediocridades con contadas excepciones. De eso no nos cabe duda: España no es un país que destaque por su producción cultural desde 1977 hasta hoy. Hablamos de un país que tuvo a Cervantes, a Goya, a Picasso. Entonces un periodista llamado Guillem Martínez, coordinador del proyecto, genera ese concepto CT (cultura de la transición), conforme la cultura y la intelectualidad de izquierdas entraron en una especie de enorme espiral de auto-censura, promovida políticamente, con el objetivo de evitar focos de enfrentamiento directo y, por decirlo de alguna manera, acompañar al país en una especie de evolución sosegada, basada en el olvido y un perdón impuesto hacia los golpistas del 1936 y sus privilegios conquistados.
El gran hándicap del libro: demasiadas páginas incidiendo una y otra vez en este tema sin alcanzar grandes conclusiones de relumbrón. Que si Almodóvar se convierte en el cineasta de referencia, que si la gran novela esquiva la cuestión de la Guerra Civil, una velada crítica a Cercas, que me produce algún rechazo pues no veo a Cercas un escritor adocenado, y mucha insistencia en el mismo sentido, sin llegar a concretar qué alternativas se concretaban aunque fuese en meros intentos. La cuestión de los grandes grupos editoriales y culturales actuando siempre de manera monolítica para promover sus star-system particulares: el tema de Ignacio Echevarría y su varapalo a la novela de Atxaga (ni pajolera idea que tenía yo de este asunto, y resulta que lo encuentro de lo más interesante del libro). Pero, como en el otro ensayo, me canso de ensayo y ensayo sobre lo mismo: de párrafos y párrafos de aburrida confección de la estructura del proceso de ese entramado. Que, por cierto, me genera ciertas suspicacias cuando veo la relación con la cuestión del 15-M. No sé por qué, por pura intuición. Cuando uno espera del 15-M que se saque el sueño de las orejas, que actúe con contundencia y determinación, resulta que lo más sólido que aportan es este ensayo disperso, editado bajo licencia Creative Commons y a la venta por 5 asequibles euritos (justo, justo, el precio por el que se despachaba Indignaos de Stèphane Hessel). Donde el máximo pataleo unitario (aparte de la constante mención al concepto CT, juguete con el que se acaban poniendo pesados) es el reproche del silencio otorgado oficialmente a algunos de los grupos del rock radikal vasco. Donde constato que lo mío es la ficción, y no esos prolongados artículos repletos de conceptos desarrollados y abstracción encaminada al convencimiento. Porque, igual que tengo claro que el panorama cultural es mayoritariamente desastroso, con escena cultural recortada y solapada con milimétrica exactitud sobre el troquel del mercado que la demanda, tengo claro que me gustó, por ejemplo, Soldados de Salamina, sin pensar si era una pieza de un plan maestro de reconciliación: y me han gustado algunas otras cosas de las que no pienso arrepentirme.
Algo que me pone nervioso : como se urde esa teoría sin identificar claramente a sus mayores responsables, al margen del poderío de grupos editoriales capaces, con sus altavoces, de silenciar cualquier voz disidente.
Y un último detalle: somos ciudadanos, o votantes, o lo que sea, que hemos dejado que esa desidia nos adormezca sin apenas reaccionar (porque no sé si el 15M o este algo ingenuo libro pueden catalogarse como reacciones). Como los políticos, a ver si va a resultar que cada país tiene la cultura que se merece.

dissabte, 23 de juny del 2012

REPUBLICANO DE POR VIDA


Dentro de la historia universal hay años que están condenados al arqueo de cejas. Incluso en las historias locales parece que sea así. En Barcelona, dices 1992 y todo el mundo se pone en ese plan evocador. Los días que cambiaron el curso de la historia. La frase grandilocuente por excelencia: juro que estrangulo al próximo que se la oiga: "El año que situó a Barcelona en el mapa". Sí: hubo unos juegos olímpicos.Y sí, la ciudad estaba a reventar de gente a todas horas. Los bares llenos de extranjeros con las billeteras en progresivo vaciado, los hoteles con las habitaciones a precios de compraventa inmobiliaria. La Plaça Espanya parecía Babel, sí. Y más sí: cada vez, cada siguiente vez en que el Comité Olímpico (que debe ser el ente más corrupto del planeta) niega a Madrid la posibilidad de organizar otros (ya ni sé a los siguientes que optarán), por mucho que los políticos lo nieguen... una abyecta alegría. Eso es lo que nos queda a los barceloneses de las Olimpiadas del 92. Algún muñeco desvencijado de Cobi, alguna taza del desayuno descascarillada, y la alegría cada cierto tiempo de ver que Madrid continua, como Guti, siendo la eterna promesa.
Entonces, dices 1993 y todo el mundo habla de bajón y de resacón y del fantasma del post. Post-coito, post-fiesta, post-whatever. La resaca olímpica, segunda expresión que me causa repelús. Ahora quién limpia esto, ahora quién lo paga todo, qué coño hacemos con tanta instalación si, desengañémonos, los únicos eventos deportivos que movilizan a los catalanes de una manera significativa son los partidos del Barça.
Pues 1993 a mí me recuerda un verano en Menorca y Republic de los New Order. Voy a jugármela si digo que los New Order me gustan más cuando se alejan del sonido de Joy Division. Porque ese sonido era de Joy Division, y a New Order, en el fondo, le lastraba. O quizás lo hicieron evolucionar: no sé. Me gustan más los New Order en Ibiza de Technique o este magnífico disco que es Republic. Escribo aquí para reivindicar Republic, disco que muy raramente veo mencionado cuando se trata de hablar de la banda

.

Primero, porque es un disco de un grupo con una proyección espectacular, ya a nivel global. Se huele desde la portada, ese extraño collage sofocante/refrescante, un clásico instantáneo que ahora vemos algo naïf. Después, porque es un disco completamente luminoso. El tono es, casi siempre, optimista. El bajo de Peter Hook tiene sus momentos donde casi, casi, suena agudo. Hay canciones que son bombas para la pista, y es 1993. Y están esas melodías a las que, finalmente, Bernard Sumner ajusta la voz. Han pasado ya muchos años desde lo de Ian, hay que superarlo. Por qué, por qué coño New Order no pueden sonar optimistas. Por qué debo limitarme a los New Order oscuros de los primeros discos, los que salen sólo a la pista de vez en cuando, si en Technique o Republic la fiesta es casi continua. Considerarlo entonces un disco comercial me parece injusto: no tengo ni idea de las ventas de sus discos. Googleo: no hay manera de obtener cifras, aunque sí veo calificaciones hacia el disco en términos como "accesible" y "hedonista". Términos en los que no veo nada de malo. De hecho, los aplicaría igualmente a su hit de la etapa oscura, Blue monday, o algunos de los maxis publicados entre álbumes, como Touched by the hand of god, o True faith.


En todo caso, ninguno de los discos de los New Order han superado el status de disco de culto; dudo que ninguno de los descerebrados concursantes de bazofias como OT opte por versionear uno de sus temas para ser evaluado; seguro que prefieren cualquier cosa de U2 o Coldplay.


Eso sí: tras Republic, ya grabado sin prácticamente una presencia íntegra de la banda en el estudio, ya no hay nada. Discos insustanciales y recopilatorios a patadas. Mezclas extra y relanzamientos de algún tesoro escondido: 1963, la cara B de True Faith. Este disco, como otros de artistas que deberían haber comprendido el concepto de "retirada a tiempo", es el punto final de la banda tal como fue concebida. Por muchas reuniones y giras y estrategias de marketing que puedan producirse.
La última, venir al Sónar sin Peter Hook.
¿Qué es New Order sin el bajo burbuja de Peter Hook?
Que alguien me lo diga.

divendres, 22 de juny del 2012

EL PLATÓ DEL DíA

Una vez más la cuestión práctica se impone: para qué consumir temporadas de The Walking Dead, cuando los ingleses se montan Dead Set, con una temporada de cinco capítulos, que no llegan todos juntos a las tres horas, y dicen todo lo que hay que decir sobre series de zombies, que es bien poquito. Hay cuestiones sumamente importantes que dinamitan los cimientos más básicos. Si los zombies tienen tanta hambre, por qué no se comen los unos a los otros ??. Si comen tanta carne, por qué están tan atolondrados? No fue el consumo de carne lo que marcó el aumento del cerebro humano, clave en el proceso evolutivo de nuestra especie??. En fin, no hay que jugar, como juega el  Colegio de Médicos a dinamitar House, con cuestiones puristas, así que dejemos que las series de zombies tengan su momento breve de gloria, y no les busquemos más la vuelta.
Dead Set es muy superior a The walking dead: se veía a los cinco minutos y es así. Sigma y Talita me la recomendaron con toda la razón. Y Dead set estuvo primero (2008), y de regalo te trae esa especie de crítica velada al tema de Gran Hermano y ese aislamiento inducido, aquí llevado hasta el último extremo. Pero no hace falta buscar segundas lecturas: esto no es el libro de Levrero en el que he fracasado estrepitosamente: es entretenimiento sin demasiadas pretensiones, con la medida justa de intriga y en su duración perfecta. Los zombies corren más que en la serie USA, la historia es más que una huida, y los papeles, básicamente estereotipos de los cenutrios que acuden a los reality-shows; bien interpretados. Ni habrá continuidad ni se intenta sugerir. Aquí los zombies son los malos, van a toda leche (lo que dije: el consumo de proteínas animales les tiene la masa muscular en pleno tono) y, aunque abotargados, solo van sucios de sangre y alguna víscera suelta, cuando se es zombie se pierden un poco las formas en la mesa. No parecen indigentes como los de Walking Dead, sino, más bien, asistentes a algún concierto de The Prodigy o Marylin Manson que se han vestido para la ocasión. Y los que huyen de ellos tienen claro que tienen que huir, echando hostias: discuten de como hacerlo, pero no pernoctan como atontados a la intemperie, esperando ser entremeses de banquete de comunión. 

VOTAR PARA QUEJARSE

Diez días fuera. Quince candidatos. Cinco libros a elegir. Lecturas o relecturas. Así que tendréis que ayudarme en la elección de siete libros de entre estos quince. Cinco titulares, más dos reservas, que voy a meter en la maleta, con el único objeto de que sean adecuados para lecturas diurnas y en entornos de alto jolgorio, niñerío pre- y adolescente, y humedad, salpicaduras de todo tipo de líquidos de diversas graduaciones, aunque impermeable ya os digo que no lo es, ninguno. 

Trampa propia de la organización: me reservo el voto de oro y hay dos que van a ir seguro, digáis lo que digáis.

El orden es indiferente: la pila de lecturas se ha desmoronado varias veces. Me reservo comentarios adicionales que desvelen mis preferencias iniciales. Estoy en vuestras manos.

1. Philip Roth : El lamento de Portnoy
2. Gabriel García Márquez : Cien años de soledad
3. Patricia Highsmith : Extraños en un tren
4. Truman Capote : Cuentos completos
5. Truman Capote : A  sangre fría
6. Rafael Chirbes : Crematorio
7. William Faulkner : Santuario
8. Michel Houellebecq : El mapa y el territorio
9. John Kennedy Toole : La conjura de los necios
10. Jorge Carrión : Mejor que ficción
11. Varios : CT, la cultura de la transición
12. Toni Morrison : Beloved
13. Ryszard Kapuscinski : El imperio
14. Paul Auster : El palacio de la Luna
15. Martin Amis : Dinero

Prometo resultados de las votaciones comentados al estilo político español : todos contentos por haber ganado, o porque rivales antagonistas han perdido, o porqueotros rivales han perdido más votos que ellos... derrotas dulces por doquier, nois. 

dijous, 21 de juny del 2012

DESPERTA, FERRO

La de veces que debo haber dicho que aquí no hay normas. Por lo menos, normas que se respeten a rajatabla. Siempre hay una excepción para la regla o, dicho llanamente, un forro por el que pasarme (nos) ciertas situaciones. A la que se complica algo, el pretexto del caos y la anarquía.
Una norma lógica sería, hipotéticamente, no meterse en el vericueto de reseñar un libro que no se ha entendido del todo. O bueno; a lo mejor la intención de Levrero es que nadie entienda el libro y ello represente una socorrida base de operaciones sobre la que asentar y desarrollar una polémica infinita, espiral, möbiana, de esas en las que uno regresa al principio pero está al revés: o sea, ya tardaba en mencionar el asunto Galeano. No: no seguiré aquí por ese lado. 
Pero ese es mi problema; casi 48 años, ya es tarde para cambiar algunas cosas. Entre pocas otras, poquísimas, me gustan las canciones con alguna melodía (la que sea, corta, prolongada, cacofónica, pero alguna) y los libros con algún armazón lógico. Y La ciudad, libro que he leído justo a la contraria que el asunto Galeano (o sea, para averiguar el motivo del entusiasmo de alguien por su autor, Mario Levrero), me ha desconcertado de una manera harto extraña. No al estilo DeLillo (vaya, empiezo a tener aquí demasiados guiños inaccesibles a los paseantes ocasionales: craso error), porque terminé el libro. Pero sí bizarramente: avanzaba por sus páginas con la extraña sensación de que, llegado el final, no abandonaría cierta conclusión cercana a la tomadura de pelo. Lo cual es desolador: recuerdo una vez en que disentí profundamente sobre un disco con Jose, de Discos Castelló, decía que Closer, de Plastikman (sí, mismo título que el opus de Joy Division) era un engaño, que los cinco primeros minutos no llegaban ni a oírse. Yo le decía que yo si notaba esa música, que estaba ahí. No sé si el tiempo me ha dado la razón: sé que Richie Hawtin sigue ahí. Entonces, me entristece no poder decir nada demasiado entusiasta sobre La ciudad: que siga una línea absurda de hechos cuya única explicación es el pasaje onírico inconexo e ilógico que todos atravesamos noche tras noche. Albricias, al menos, mientras lo leía, pensé si no sería útil apuntar en una libreta esas imágenes turbias que nos vienen a la cabeza cuando nos entra somnolencia leyendo. Que, quizás, nos veamos reflejados en ese imaginario creado por el autor: en camioneros, caminos sin destinos concretos, bicicletas viejas, lugares en que nuestra vida se para y pierde lógica, habitaciones tras intrincados pasillos. Figuras femeninas, perros que mordisquean tobillos. No sé: no he entendido apenas nada y, por motivos que no vienen al caso pero que incluyen las palabras ganas, pereza y prisa, no soy de hacer un diagrama sobre el libro y decir que la gasolinera es la vida y la estación es la muerte y Giménez es el Estado que impone normas y prohibiciones. Seguramente merezco que me tilden de patán pseudolector por no haber sintonizado, o no tener suficiente bagaje para identificar segundas y terceras lecturas de esta espesa e incoherente trama. Nunca me ha gustado demasiado la pintura de Dalí. Si es un sueño, será muy coherente que sea incoherente. Si es una novela que el autor ha planificado minuciosamente, alguna pieza se me ha caído por el camino. Si es una mera improvisación que alguien ducho en la expresión escrita (Levrero lo es, sin duda) ha llevado al extremo, pues os repito la analogía de la música. Y a eso me agarro. Una melodía, por favor.
Los 90 fueron años extraños para la música: la democratización del acceso a la producción que representaron ordenadores baratos y programas MIDI significaron que la música electrónica era barata y rápida de producir. Ello dio lugar a montones de escenas y movimientos casi de usar y tirar, anclados por igual a varios factores: los clubs, las drogas de diseño, la libertad sexual. Ni sé los discos de jungle que compré, que ahora crían polvo en algún cajón sin lapsos en los que esa música pueda volver a tener sentido en mi vida. Pero Rob Haigh es diferente: hablando de melodía, caos, Omni Trio hizo ésto.


Y luego ésto




dimecres, 20 de juny del 2012

EL DECLIVE DE LA INDUSTRIA TEXTIL

Hey
Hey
Gabba gabba hey
Lana del Rey
Como la de Sabadell (pronunciese "sabadei")
No es culpa tuya
lo de tu hermosura
Ni que bajo mi brazo, si la ves
la portada del Go de este mes
parezca la del Elle (pronúnciese "ei")

Como cuando Carla Bruni
Salía en el Rockdelux

Que esta reseña
No sea de ley
Tampoco es tu culpa
Lana del Rey
Ni que Goldfrapp sea de UK (pronúnciese "iukei")
Y tú de USA (pronúnciese "iuesei")



Así que continúo en la prosa en la que, al menos yo, me siento más cómodo.
Sí: Lana del Rey es muy guapa. Prácticamente, una modelo. Tiene buena voz y un aspecto que parece profundamente cuidado para poder parecer profundamente descuidado. Dicen que compone letra y música de lo que canta. Ha publicado un disco llamado Born to die con quince canciones. A pesar de lo cual, en su concierto en el Sónar solo interpretó nueve de ellas. Escasa de repertorio, prescinde de seis canciones y ni tan siquiera recurre al socorrido truco de intercalar alguna versión de algún músico admirado. Muy curioso, aunque, si me olvido de los repugnantes Die Antwoord, tiendo a respetar mucho la elección de los programadores del Sónar. Son casi veinte años de emplearse a fondo en conseguir que Barcelona tenga un lugar destacado en la música de vanguardia. Como mucho, habrán traído algún músico en horas bajas. Pero por lo demás, ojos de halcón.
Así que le dedico horas a escuchar ese disco, cuyo título de texto de tatuaje carcelario (Nacida para morir, uuuuuhhh) ya esconde algún detalle: ni pienso pasar desapercibida, ni pienso arrepentirme de ser una mujer atractiva. Oigo las quince canciones hasta el final, varias veces. Olvido la existencia del botón skip, que es seguramente el responsable de que mucha música nos pase desapercibida. Justo esas canciones que pensamos que empiezan como todas, y zas, pasan al olvido. No. Lana del Rey también tiene canciones que empiezan parecidas, pero decido emplearme con lo más parecido a la profesionalidad.
Cosas que puedo decir de Lana del Rey.
Canta bastante bien: una voz de crooner blanca un pelo nasal y otro pelo, intencionadamente, fría, pero al menos no se lanza a estériles alardes técnicos, como la insoportable Adele. Sí. Subrayado y en negrita. Al menos, como Adele, no parece una artista sacada de un concurso televisivo de talentos.
Las composiciones son bastante decentes: la estructura es clásica, no ha buscado la excentricidad a base de efectos raros. Son canciones con un cierto corte cinemático, y el hecho de ser, y presentarse, como una solista, nos hace imaginarla frente a un micro de pie, melena ladeada y vestido largo. Con anónimos músicos en smóking, prácticamente uniformados. Puede que llegando a las lágrimas en alguna canción de tono particularmente autobiográfico. Cuestiones de ser cautiva de esa imagen: desprender glamour aunque no se quiera o se pretenda. A ver: ser portada del Vogue tampoco es salir huyendo del glamour, Lana. Ser portada del Vogue, siendo una pretendida nueva estrella de un universo musical algo alternativo no creo que haya sido muy habitual. No sé quien habrá sido portada en todos los Vogues de la historia y del planeta. Especularé: Françoise Hardy? Quizás Björk?.
Mejor las canciones lentas que las mid-tempo, por eso. Esa manía tan americanizada del guiño al hip hop para captar público. Tan propia de los azucarados discos de Beyoncé.
Tiene, al menos, una buena canción que se me ha pegado bastante insistentemente (sin descartar que ya la hubiese oído de fondo en algún lado): Video games. Todo el mundo parece coincidir en que es la mejor. Su vídeo tiene 41 millones de visitas en Youtube. La canción va vestida de balada post-nuclear, aunque a mí me parece ligeramente un corta y pega. No entiendo algo las transiciones entre estrofas, pero eso ya es para nota. Sí, es una muy buena canción.


El problema: muchas canciones en ese disco buscan ser esa canción, otra vez. Esa balada triste y crepuscular, añorada, algo 50's y a la vez actual. Todas las baladas buscan alcanzar ese punto. Born to die podría haber sido un disco con ocho o nueve baladas solventes, aunque prácticamente fotocopiadas.
Y lo otro: muchos, demasiados, estuvieron ya, hace tiempo, en los terrenos que pisa Lana del Rey. En el sonido, en el tratamiento vocal, en el uso de cuerdas, en el minimalismo rítmico, en las percusiones que parecen bidones golpeados, en la actitud. Portishead, Goldfrapp, Erykah Badu, Neneh Cherry, los Morcheeba, y otros muchos. Tantos, que me ha dado por montar aquí un pequeño universo con algunas de las influencias, y no dejo de preguntarme por qué Lana del Rey ha de triunfar donde otros no lo hicieron antes, seguro, siendo mejores o no, ya lo dejo a la opinión de cada uno. No sé si es por culpa de esa pléyade de productores empeñados en ceñir el vestido trip-hop, una y otra vez, a las composiciones, cosa que, curioso, despoja de unidad al disco.  Porque hasta un disco producido por un único productor sonaría más variado, más como obra y no como secuencia de canciones ligeramente parecidas. No sé si es que las canciones son más sencillas en su concepción que el exceso de ampulosidad con el que, en algún momento, se las sepulta. No sé, en fin, por qué el mejor disco de baladas amargas del milenio: Felt Mountain de Goldfrapp, por qué, justo ése, no tuvo la repercusión que parece que va a tener Lana del Rey. Quizás porque Alison Goldfrapp no es tan guapa o no es tan abiertamente diva. No sé. Lana del Rey no tiene, quizás, toda la culpa, pero, cara a un segundo disco, yo haría algo de limpieza. Si no quiere acabar como la nueva Céline Dion. Que eso si que sería jodido, aunque no, lógicamente, para su bolsillo.

Porque a Lana le pasa como al material que le da nombre. Auténtica, pura, es muy cara, pero mezclándola, pierde paulatinamente su calidad hasta ser, casi, otra cosa.

Desde aquí, todo lo que no es Lana del Rey, un mínimo de once años atrás.












dimarts, 19 de juny del 2012

EL TOPICO DE LA TIMIDEZ

Karim Issar es un joven qatarí que viaja a Estados Unidos para integrarse en la cúpula de la enorme empresa para la que trabaja desarrollando software.
Karim Issar es un apasionado de la matemática: del cálculo intrincado y de los algoritmos y esas cosas que a muchos le suenan a chino. Él ha introducido la lógica matemática en muchos aspectos de su vida: del campo profesional hasta sustraerse a los más cálculos más complejos, prácticamente por entretenimiento, calcula las pelotas que caben en un camión, la satisfacción sexual, el alcohol a ingerir para que no afecte a su sobriedad. 
Obviamente, es un genio en su campo y en la Corporación para la que trabaja, una de esas mega corporaciones capitalistas que tiene tentáculos en cualquier cosa que huela a dinero, no tardan en enterarse.
Pero los intereses de Karim y los de Derek Schrub, capo cuyo apellido, como cualquier capo que se precie, da nombre a su empresa, no convergen tanto como parece.

Teddy Wayne es uno de esos autores noveles que acapara cierta repercusión. Neoyorquino, que, ya dije alguna vez, (dije tantas cosas, ya dije alguna otra vez), es un origen geográficamente especialmente adecuado para escritores noveles. Kapitoil es su primera novela, después del, parece ser, casi obligatorio periplo en forma de artículos y relatos cortos por publicaciones de prestigio en la Gran Manzana (nótese: lo de la Gran Manzana tiene un ligerísimo tono irónico, que intento recalcar con el uso de la cursiva).
Está claro que Wayne debe su escritura a muy diversas fuentes, no sólo a su admiración por Steinbeck o Fitzgerald, que homenajea en su texto. 
Diría también que Wayne tiene influencias visibles: las de un Easton Ellis sin sexo explícito, excesos tóxicos y fiestas de madrugada (muchos se preguntarán que queda de Easton Ellis entonces), y algunas otras no tan visibles pero que me remiten a algunos de los autores contemporáneos que he leído  últimamente, con resultados diversos: Bazell, Egan, algún otro. No sé si hablar de generación, no sé si algún pesado ya habrá acuñado conceptos como la e-literatura, influida por el uso cotidiano de la alta tecnología. Decir que esta novela es rabiosamente contemporánea es un cliché en que es fácil caer. Intercalado de diálogos, texto, y e-mails que, aquí, como en otras novelas, abren una tercera vía a camino entre la narración y el diálogo. La temática del ciudadano árabe en USA, en una USA pre 11-S, pero ya, ahí, la semilla del musulmán moderado pero incomprendido, y el ajuste de sus costumbres en el día a día de la Gran Manzana (nótese: lo de la Gran Manzana tiene un ligerísimo tono irónico, que intento recalcar con el uso de la cursiva). 
Diría que el libro se lee rápido y cómodo, lo cual me deja siempre con ese regustillo snob de si, con la promoción y la distribución adecuada, no hablaríamos de que bestsellerea. De que, en cierto momento, te das cuenta de que cuando el autor pretende ser más literario, te parece que la trama flaquea o se ralentiza. Que ya está bien con un ritmo rápido y trepidante, que no hace falta entretenerse en meandros del idioma.
Lo que no me queda muy claro es la intención de Wayne: no sé si Kapitoil se sitúa en 1999 para advertirnos de que ese leve choque cultural era un fideo más en la olla del choque entre civilizaciones que se atisbaba en el horizonte. No sé si está teñido de un cierto mensaje moral contra el capitalismo, advirtiendo de que los corderos dejan de serlo para desaparecer definitivamente, a medida que nos acercamos a la cumbre. No sé si esa algo light historia de amor es un aderezo o un segundo centro (justo, justo, ayer que parecía ir yo a cantar All you need is love). Tampoco comprendo el contrapeso, finalmente determinante, de su relación con su familia en Qatar. Me da la impresión de que algo más de visceralidad (cosa que las notas de contraportada parecían prometer) hubiese ido bien aquí, para superar esa especie de 7,1/10 que, contagiado por la manía del protagonista, acabo concediéndole algo a regañadientes.
Segueix a @francescbon