dimarts, 19 de juliol del 2011

LUCHA ARMADA

Uno se enfrenta a muchas situaciones. O las afronta, que tiene un matiz diferente, algo menos bélico y virulento. 
La gran mayoría de los bloggers con los que mantengo parentesco real o virtual andan medio dormidos. Sólo William's luck y John Self mantienen un cierto ritmo de edición más o menos sostenido (puede que porque compartan nombres en inglés y anden con horarios europeos con lo que no ceden con tanta facilidad ante la modorra estival). Otra gente está realmente perdida, un extravío que a mí me mantiene en la duda de si es causado por una sana y prolongada escapada (esa propia de esta época, en que huyes de cualquier cosa que tenga un teclado), o más bién se trata de un voluntario silencio (y hay silencios meditativos y silencios de circunspección y silencios cariacontecidos). 
También hay silencios sin regreso.

Sueño que me queda marcado: rodeado de una multitud, en medio del griterío, un político es acusado de despilfarro. Enseña un documento donde demuestra bién claramente que ese despilfarro le ha sido tolerado y promovido por otro político. La gente se encrespa (hay que ver la de rodeos que deberé dar a partir de ahora para evitar el sobreexpuesto verbo indignar), empieza a haber gritos de Independència y, en primera persona, yo, pido el levantamiento, las armas, la lucha.

Hace unos 20 años en un canal no recuerdo si La2 cuando desconectaba para programar en catalán, o en TV3, salía una guapa presentadora llamada Inka Martí. Con un aspecto plenamente germánico, no sé por qué, en aquella época aún sorprendía que gente con ese aspecto físico (creo que era de madre alemana) saliese hablando en catalán. No sabíamos que hoy nuestros hijos tendrían compañeros en clase llamados Cosmin o Sung Fu o apelllidados Cachipuendo o Lam.
Inka Martí me gustaba mucho, físicamente. Me parecía de una belleza y elegancia natural y no podía dejar de mirarla.  A sus 47 años, conserva ambas cualidades, pero ya he podido dejar de mirarla. Consultando en Wikipedia leo que nació el día de Reyes de 1964. Vive en pareja hace unos años en una casa, intuyo que magnífica, en L'Empordà. Su pareja es Jacobo de Siruela, que no sé si es un nombre real o una adaptación, pero que para que nos entendamos, es hijo de la duquesa de Alba. Fundaron una editorial, Atalanta, aunque este hombre (con una pareja anterior) ya poseía la Editorial Siruela, hace unos lustros. No soporto la nobleza ni a la aristocracia, pero, a la vez, respeto a quien se decide a publicar libros y a divulgar la cultura. Ese respeto incluye todo tipo de chalados, seguramente muchos más de lo recomendable. Aunque se trate de caras ediciones lujosamente presentadas y con cierto incómodo afán minoritario que coquetea con la ostentación, como son las de Siruela. Siempre prestos a autores raros, a portadas y encuadernaciones que  nada tienen que ver con las ediciones de bolsillo cuyas hojas se ondulan graciosamente recordando salpicaduras de niños traviesos zambulléndose en la piscina. De los cuales mi estantería está repleta. No tengo un libro de Siruela, ni de Atalanta. 
Ahora han publicado un libro donde Inka Martí escribe sobre sus sueños. Los apunta y los relaciona y los analiza y entrega el resultado al mundo.La entrevistaron hace unos días en LaContra de LV. Dije que hablaría. 
No lo he leído ni pienso hacerlo. Bastante he tenido con esa pactada y castrada entrevista donde en vez de hablar de algo interesante no hace más que hablar de su psique.
Me parece un capricho de niños ricos (aunque pasen de la cuarentena, siguen comportándose como tales) a los que, seguramente, la placidez de su vida y alguna nube de marihuana de la cara les haya sumido en vagas alucinaciones sobre el hecho de que su mundo interior interese a los demás. Si están dispuestos a ser editores, aparte del escaso nivel de autocensura y el elevado de autocomplacencia que editar este libro manifiesta, que usen el dinero (el cual dudo que sea un problema) para autores noveles.
Siento de veras estar tan hastiado. Puede que sea la falta de sueño.




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