diumenge, 15 de març del 2015

Y15W11: Oscuro

Ya me diréis cuando os hartáis de la serie "Cielos de Barcelona"
La horrible presión de 22 minutos para acabar un post: porque mi compromiso es ineludible e impostergable y, porque si dilapido el prestigio ahora, qué me va a quedar. Y porque estoy calentando dedos, o qué chuli queda eso de que, como lo de calentar antes de correr una maratón o salir a correr la banda en un partido, lo de escribir necesita un calentamiento, una inercia que seguir, un impulso irrefrenable que, coño, no lo dice la palabra, no puede ser frenado.
De momento, tiraremos de patilla. Intuyo que, como es lo primero que me consta que ha hecho últimamente, toda una remezcla de doce minutos a cargo de Nicolas Jaar no puede ser otra cosa que fascinante, apabullante, y digna tanto de los elogios más encendidos como de los clásicos silencios horacianos hacia la música electrónica. Que comprendo absolutamente, qué narices, uno tiene que cuidar de su propio rebaño, y aunque no suscribo ciertas opiniones que alineaban la eclosión de la música electrónica con el auge del capitalismo dentro de lo que es la dinámica cultural, sí que acepto que la más adocenada, la más industrializada (no en lo sonoro, en lo comercial), ergo, los Ghetta de turno, esos no merecen otra cosa que (metafóricamente hablando) el tiro de gracia. Lo de la patilla es haber oído una sola vez la pieza de marras, lo cual ya es suficiente para encontrar cambios de ritmo, matices, sutileza, parones, y algún que otro hallazgo que a lo mejor no es hallazgo. A lo mejor ya encontré ese sonido antes, pero no sé donde y ya lo he olvidado.


Cuidado: hacía semanas que la banda musical de mis idas y venidas estaba entregada a un equívoco neoclasicismo pertrechado por el encantador loco del piano llamado Chilly Gonzales. Me encantaba esa tonalidad oscura y azulada y parisina de sus cortas piezas, y aunque, en secreto, me temía que la gente que no conocía la influencia de Erik Satie en grupos como Japan atribuyera esta nueva manía mía a un envejecimiento y a un progresivo decantamiento hacia maneras más clásicas, reconozco que el disco ha funcionado lo suyo. Cosa de la que me enorgullezco. Jodido flequillo, bonito batín. Jodida transición la del minuto 2:15. O así. 




Lecturas: finiquitado La inmensa minoría, mis planes se ciernen sobre tres o cuatro cortos libros en los que tengo depositadas esperanzas de, al menos, encontrar diez o doce páginas de las que cambian la vida. Los autores son curiosamente europeos y finados: Dostoievski, Sebald, quizás Primo Levy. Ah: también cayeron, pero eso será tratado en otro (U)lado, una novela peruana y una novela argentina. Cueto y Soriano. Pero hay que esperar, vaya, hay que esperar siempre y para todo en este mundo. Pues hasta me sobraron dos minutos.

1 comentari:

  1. Pues aquí vamos.
    He llegado a pensar que resultaría hasta descortés un silencio horaciano más. Sobre todo si tenemos en cuenta la francesquiana vocación por la polémica.
    Una vez deglutidos los doce+ minutos, la primera tentación que hube de enfrentar (y vencer) fue la de acometer una nueva audición, armado esta vez de un bloc de notas y un bolígrafo, para detallar con agobiante minucia, segundo a segundo, pausa-apunte-play-pausa-apunte-play-etc.,lo que iba encontrando o dejando de encontrar. Lo descarté casi inmediatamente, al reparar en la inutilidad de tal iniciativa: más que probablemente, lo que mis orejitas percibieran (o no) iba a diferir con la percepción de las orejitas de F. Lo que me llevó a pensar –oooootra vez- acerca de si tiene algún sentido el intento de trasplante de gustos musicales, o si –por el contrario- tales trasplantes no estarán condenados al más frontal rechazo inmunológico, salvo en el caso de utilización de inmunosupresores musicales (o, generalizando: artísticos) de cuya existencia no tengo constancias, entra tantísimas otras cosas que ignoro casi a la perfección.
    A renglón seguido pensé –pero esto ya con menor convicción, apenas en grado sospecha a confirmar) si no habrá –o podría haber, generalizando- una cierta o considerable dosis de predisposición en el ánimo de quien aprecia una obra artística, algo así como un sesgo deliberado y previo, muy probablemente inconsciente, que lo mueva a encontrar –simplemente y nada menos- aquello que se proponga encontrar... esté o no allí. Reemplácese encontrar por desconocer y la sospecha a confirmar seguirá siendo válida.
    Paralelamente, está la cuestión de la iconoclasia: muchos (explicito: NO incluyo a F. entre ellos) consideran que romper con lo establecido es magnífico, aunque no haya nada mejor para reemplazarlo, o –peor aún- aunque aquello que se propone para reemplazarlo resulte ser una verdadera porquería producto de ineptos muy lejanos a la maestría de sus denostados por ortodoxos y cristalizados. No quiero hacer esto horacianamente largo; estoy decidido a que el comentario entre en un solo intento, sin la tradicional necesidad de dividirlo.

    ¿Chilly? Me cae bien, F., me cae bien. Lo encuentro perfectamente audible. Me gustan sus clips sobrios, sin veleidades de imagen (alguna otra vez he elogiado, creo recordar, un único plano continuo y cenital: las manos y el teclado, que es todo cuanto se necesita para degustar a un pianista). Gonzales tiene la desventaja de tener que vérselas –en mi caso- con una vara muy alta: Chick Corea, Friedrich Gulda, Keith Jarrett... no es fácil para él, pero jamás lo sabrá. Y si llegara a saberlo, le importaría muy poco. Nada.

    Un abrazo!

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