dissabte, 19 de novembre del 2011

EL SEÑOR DE LAS ACERAS

Seré capaz de alcanzar a reunir diez minutos seguidos de inspiración, de aquí a una semana ??. El habitat que me rodea parece haberse obstinado en que ésto no sea posible. No solo sus elementos móviles, también parece que los inmóviles se empeñen, dentro de sus limitaciones funcionales, en acaparar mi atención, de enviar señales que me impiden, a pesar de mi voluntad (que no es muy firme, lo reconozco), llegar a media docena de líneas que encuentre medianamente dignas como para, con cierta resolución, clicar en publica un missatge
En estos días críticos echo de menos (aparte de poder sumergirme adecuadamente en una novela) esa cualidad de la escritura como medio para mitigar el stress y exorcizar los fantasmas personales. Veo a Ruiz Zafón, en plena promoción de su tercer libro mediático , que me ha sorprendido pues siempre había vinculado estos lanzamientos a bombos y platillos mucho más exacerbados, y que en este caso se ha limitado a un par de actos promocionales, nada que ver con los fastos de todo un Sant Jordi (que supongo que se producirán en su día). Lo veo y justifico en cierta manera la existencia de los best-sellers pues, salvo una tendencia a llevar polos con una marca de un tamaño excesivamente ostentoso, el tío me acaba cayendo bién, por pequeños detalles que acaban sumando. La colección de CD's que decora el estudio en el que escribe. Su condición de músico y compositor. Ayuda que sea barcelonés y cosecha del 64, y de la Sagrada Família, el barrio en el que algunos de por aquí crecimos. Cuando leí el domingo la entrevista en el suplemento de LV aprecio una falta total de divismo, una cierta impresión de señor que está por casa y hace la compra y lee y cocina y escribe que me resulta agradecida, nada impostada. Parecido a Quim Monzó sin ese aspecto airado. Oigo la entrevista, parte de ella, en la radio y, además de complacerme que tras 19 años en L.A. no pierda su catalán, aprecio una tímida naturalidad y un sincero agradecimiento hacia la multitud de lectores que han hecho de él un hombre rico. Aunque no haya leído ninguno de sus libros (todos están en casa, Pilar es fan declarada), al menos no me da la impresión de irme a dar un sarpullido que con otros sí me da. Digamos que su obra es como el gimnasio para muchos: la he pagado pero no la uso. Total, que Ruiz Zafón, con su sencillez alejada del buenrrollismo, acaba siendo una especie de espejo literario de los Estopa. Demasiado populares para mis gustos, demasiado cultura de fast-food, pero con una actitud como personas que les pone en un plano superior, cosa que achaco a su buena educación, que es una cualidad que hay que valorar.
Si quisiera mala educación, llevaría a mis hijos a la escuela IPSI.
Pero aprecio la buena.



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