dimarts, 25 d’octubre del 2011

PACIENCIA A PRUEBA

Llueve sobre Catalunya, para qué hacer la contraria a tanto poeta y rapsoda sobrevenido que ve la lluvia, especialmente aquella que es torrencial y violenta, como una especie de invitación a procesos de catarsis y reinvención. Así que igual que tanta agua llevará el árido polvo hacia las alcantarillas, la vida de unos cuantos gozará de una nueva perspectiva.
Llueve sobre Catalunya y yo leo los últimos Houellebecq, los acabo pero dejo para más adelante una tesis sobre la obra integral del francés. Antes me pregunto, sin trascendencia, eh, me lo pregunto mientras ando por la calle mirando si hay cola en el supermercado para entrar a comprar un par de cajas de galletas, mientras veo y decido que no, que ya iré luego, me pregunto si Houellebecq será recomendado en Francia, en pocos años, como una lectura obligada a alumnos de secundaria. Como debe serlo Balzac o Breton  o Hugo (o Montparnasse o Proust o Rimbaud, pero no Apollinaire), me pregunto si quizás los libros o lo que sea que estudien los adolescentes franceses dispondrán de una foto del escritor, de esas clásicas con la mirada algo esquiva y la cabeza algo inclinada hacia el objetivo, junto a entusiastas recomendaciones, de aquellas que te dicen cual debe ser la obra iniciática, cual la imprescindible, cual el tesoro oculto, de aquellas que hablan de su importancia. Pues me acuerdo de mis libros de los últimos 70 con retratos de Góngora, Quevedo, Cervantes, D'Ors, Ortega y Gasset.
Llueve en Catalunya, pero no llovía cuando, hace unos días, la Xarxa de biblioteques me consiguió uno de esos inencontrables libros (si será inencontrable que Gustau de Cercles se mostró escéptico ante posibilidad alguna de hallarlo), Hogar dulce hogar de Sam Lipsyte, traducción (por lo leído hasta ahora, espléndida) de Javier Calvo. No sé si fue Kiko Amat quien lo recomendaba ávidamente como una gran novela en clave humorística. No hay muchas buenas novelas en clave humorística, y no sé si yo tengo una sensibilidad muy exacerbada hacia el humor declarado y manifiesto, pues siempre he preferido los rodeos que representan ironía, sarcasmo y cinismo. Doy la vara a las amistades con el aforismo de que la ironía es la expresión más elevada de la sinceridad. Las amistades responden con la habitual expresión de condescendencia y ya está otra vez este pesao, y cambian rápidamente de conversación.
Entonces se pierden mi adaptación, la ironía es el humor del cobarde, pues te da tiempo a salir corriendo hasta que el objeto de ella comprende lo que querías decir. Nunca llego al punto de poder decirlo. Es una lástima.
En todo caso, sí, ya he soltado alguna de las carcajadas que se me prometía en la reseña, aunque el argumento y la estructura de la narración me están resultando algo confusos, básicamente al no conocer excesivamente la dinamica de los college americanos. Poco a poco.


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