diumenge, 30 de gener del 2011

A LA MONZO

Ayer, al comprar La Vanguardia, una amable encuestadora me preguntó si yo compraría una edición en catalán de publicarse. Espontáneamente ( a veces uno piensa más lo que va a responder, pero fue una reacción muy rápida la mía ) le contesté que me era indiferente el idioma en que la pudiese encontrar, que la compraría en uno u otro idioma de una manera indistinta. No sé que debió poner la chica ( supongo que marcó la casilla del en el muy rígido formulario que llevaba ), pero decidí no alargar mi respuesta y decirle que a veces es indiferente en que idioma estés leyendo algo si te gusta y te produce placer. Leo ese periódico hace más de 30 años ( soy de los que recuerda que en cierta época fue obligada a llamarse La Vanguardia Española y, aunque me carga un poco la persistencia de su editor, Javier de Godó, en recordar a todo el mundo que es Conde ( pues no creo en títulos nobiliarios, ni en aristocracia, ni, vamos, en otra cosa que no sea el talento propio de cada uno ), es el periódico que leo todos los días, con mayor o menor afección dependiendo del articulista, pero por lo menos en sus páginas encuentro ( junto a un exceso de atención por la religión ) diversidad de opiniones, temas de conversación, y ese justo equilibrio ideológico que te permite, a base de contemplar diferentes enfoques, enriquecer el tuyo. Si uno tiene la paciencia de leer periódicos como La Razón, aunque sea para comprobar lo mucho que uno es capaz de apretar los puños de indignación, se da cuenta de que hasta la más inocua de sus entrevistas queda sesgada por ese insano sentimiento de continua confrontación, anti izquierdas, anti catalán, anti vasco. No se puede estar sólo en contra de cosas. No soy el más indicado para hablar.
Así que éste curioso individuo que os escribe, catalanoparlante y castellanoescribiente leerá, si algún día se publica, y entonces se llame Comte de Godó al señor editor, La Vanguardia en catalán. Y quizás eso me ayude a enriquecer mi léxico, empobrecido, y pueda contestarle algún día a mi hija cuando me pregunta como se dice "exiguo" en catalán. Puto Franco.

Y en LV leí un artículo de Monzó, que me vino a la memoria el otro día, sobre cierto inexplicable pasotismo en el personal de ciertos bares. Mi pedido para la cena el otro día en un frankfurt al lado de casa, pues uno se harta de enfrentarse a los fogones ( y a niños muy poco ávidos de bledes i peix bullit ) :

Un frankfurt sin nada
Una hamburguesa sólo con queso
Un bratwurst sin nada
Uno de ortilla a la francesa en pan con tomate
Dos raciones de patatas fritas sin ninguna salsa ( les aclaré que tenía salsas en casa )
Una cerveza de importación ( Becks ) bién fría en una bolsa separada para que no se calentase con el calor de los bocadillos

El contenido de la bolsa al llegar :

Un frankfurt con cebolla
Una hamburguesa con queso y cebolla
Un bratwurst con cebolla
Uno de tortilla de patatas en pan sin tomate
Una única ración de patatas fritas, repletas, literalmente anegadas de mayonesa
La cerveza, Voll-Damm, en la bolsa con todo y calentándose para ser consumida a la irlandesa

Y ahora debo preguntarme ( al margen de si en el frankfurt tenían excedentes de cebolla a los que dar salida ) : para qué te preguntan cómo quieres las cosas, para qué lo apuntan ?? Para que tengas claro a partir de ese día donde no piensas volver ?? Que nadie me pregunte donde está, hacedme ese favor. Y si me preguntáis por qué no fui a quejarme, estaba tan convencido de que no serviría de nada, y que aún sería yo el que no me había hecho entender bién...

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