dijous, 23 de febrer del 2012

DESORIENTADO EN OCCIDENTE

Procuro informarme un poco de quién es Jonathan Franzen. Sin pasarse, la mitomanía no es lo mío para nada. La entrada en castellano de Wikipedia es sumamente concisa y aporta bien poca cosa. Pocos detalles sobre su vida personal, por cierto, y una bien nutrida relación de galardones obtenidos por su obra literaria. Que me parece sumamente breve. La lista de galardones no, ésa es larga.  La obra por la que la ha obtenido es escasa. Cuatro novelas entre 1988 y 2010, más algún libro de ensayo, y sus colaboraciones con The New Yorker. Como siempre opto por la ficción, veo que sus novelas datan de 1988,1992, 2001 y 2010. Con lo que, una vez dado el salto a la fama, que se produjo por Las correcciones, su siguiente novela ha tardado otros nueve años en acabarse y publicarse.
No diré nada más, pues apenas he leído unas 70 páginas de Las correcciones. Imagino a Franzen, que me recuerda vagamente a un buen actor secundario (William H. Macy, famoso por Fargo o Boogie nights), en una de sus dos residencias, recibiendo insistentes llamadas de su editor, que sobre el 2006 ya debía haberle adelantado una buena pasta, para que le diese ya una fecha o le dejara leer algo de aquello en lo que andaba. Me lo imagino escribiendo a un ritmo inferior a las dos o tres páginas semanales, escribiendo Libertad, al que prácticamente todo el mundo que conozco (o del cual me fío) llama la Gran Novela Americana (o si no se lo llaman, los encendidos elogios fácilmente podrían ser sustituidos por esta expresión). Y avanzaré leyendo Las correcciones, que va primero, y aquí respetaré el orden. Más conociendo mi escasa capacidad de cumplimiento de compromisos de lectura (escasa capacidad que condena un clásico como A sangre fría  a una intranquilizadora espera). Primero he de ver qué va a pasar cuando el enfermo Alfred y la resignada Enid logren reunir a sus tres hijos y cenar con ellos. De paso saldré de dudas como una trama, en apariencia, tan sencilla, conseguirá que HBO monte una serie en torno a ella.
No me es ajena esassensación de avance y progresivo descubrimiento. Me he liado, a través de un común admirador de Orsai, en dar mi opinión sobre una novela de ciencia-ficción que se halla en proceso de construcción. Lo cual es una interesante, aunque chocante, experiencia. Pues si algo sobra en Orsai, es entusiasmo, y yo no debería echar agua al vino. Pero es algo que se produce en las comunidades; la gente muestra tanto su ilusión y su fascinación por cada cosa que pasa, que acaba perdiendo algo la objetividad. Es una euforia colectiva que no es aconsejable, aunque sea grata. Es la borrachera común del viernes noche, y luego el sábado no hay quien dé pie con bola. Diego Soto, así se llama el autor de la novela en embrión, se somete voluntariamente a una evaluación de ésta. La gente da sus opiniones, él avanza. Tiene en cuenta, debería tener en cuenta lo que se le dice o no??. Pues esas intromisiones, aunque las haya solicitado amablemente, puede que alteren el plan inicial que se había trazado. O puede que esas intromisiones sean el plan. No sabría qué aconsejarle. Las novelas ligeramente utópicas, ligeramente esperanzadas de nuevos órdenes mundiales son un peligroso campo de minas, y yo le he pedido, en mi humilde opinión, que se ande con cuidado. 
Como he desarrollado una cierta nueva sensibilidad hacia el cono sur, desde aquí querría pedir algo de ayuda. No entiendo esa realidad política argentina, sobre todo la que arraiga desde los años 40 hasta la actualidad. Sé de argentinos contentos y felices con cómo va todo (aunque las críticas a consecuencias del accidente ferroviario de ayer arrecian: parece que los trenes no disponen del mantenimiento necesario. Sé de argentinos que dicen que sí, que esa felicidad existe pero en una cierta parte de la sociedad, y como consecuencia de contraer deudas para procurarse bienes. No tengo ni idea de qué es ese peronismo que divide a la sociedad argentina. Perón me suena a populismo y a conservador, pero, insisto, no tengo ni idea. Lo que no me es ajeno es la dictadura, claro. Pero con esos complicados nombres de los partidos de ciertos países (justicialista, revolucionario, institucional), el código binario al que estoy acostumbrado en Europa no se me ajusta. Izquierda, derecha. Extrema o moderada. Socialista, comunista, progresista, conservador. Laico y democristiano. Demócrata o totalitario. Conceptos que tengo asimilados y con los que me cuesta hallar correspondencia.

4 comentaris:

  1. Bon post de la novel·la de Franzen. Me l'apunto per després que m'hagi polit els no-sé-quants que tinc en llista d'espera. Apunta't per llegir "El tiempo es un canalla" de Jennifer Egan.
    Al USA saben com reinventar-se, de la tradició. Si Franzen es Tolstoi, Egan és com un Faulkner modern.
    Pel que fa a la política, cada cop n'estic més que fart.
    Fins ara

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  2. Gràcies Tuli. No sé, aquest ritme diari que m'he auto-imposat m'ha fet inventar-me aquest subgénere : la crítica in progress. En Franzen sembla un tio simpàtic, no té aquesta pose de divo que tenen uns quants (els que inclinen el cap o es posen de perfil per fer-se la foto).
    Poso a la llista el de la Egan però qué difícil m'es enganxar-me a les escriptores dones, es força extrany i quasi m'avergonyeix.
    I qué farem amb els polítics. Potser és el moment que hem de deixar que ens governin les màquines. Ostres. Ostres. Ostres. Ja tinc el meu post d'avui. Ja el tinc. Gràcies !!

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  3. Hola Francesc! El desafío de tratar de contarte la historia cercana argentina (siempre habrá muchísimos puntos de vista diferentes)es el espacio. Pero bueno, trataré de ser brevísimo asumiendo el riesgo de unas cuantas omisiones. El peronismo está bien retratado en una novela que se llama "No habrá más pena ni olvido" del fallecido Osvaldo Soriano. En esas páginas se ven bien las contradicciones de lo que es el movimiento que va desde la izquierda revolucionaria, pasando por el sindicalismo fascista hasta los conservadores dueños de estancias y miles de hectáreas. En un determinado momento se dispara la pregunta "¿vos sos de izquierda o derecha?" y la respuesta es: "yo no me meto en política, soy peronista".
    Argentina tiene un sector terrateniente con poder en los medios de comunicación. Estos terratenientes son dueños de la tierra desde la fundación misma del país. Utilizaron mano de obra esclava hasta la llegada de Perón al poder que utilizó leyes propuestas por los socialistas y les dio derechos y garantías. Por supuesto que esto le supuso a Perón el odio de las clases adineradas. Créase o no, esas clases tuvieron representación política en el peronismo gobernante de la década del 90. Los obreros lograron sindicatos (los primeros sindicatos anarquistas ya habían sido aniquilados), pero sus representantes conformaron una casta fascista cercana a los capitalistas y alejada de los intereses de la población. Mientras tanto la clase media siempre fue y aun es influísda por los medios de comunicación. Una clase media que, en su mayoría, desciende de europeos y basa su cultura social en prejuicios contra la población autóctona.
    La verdad es que hay muchísimos detalles que hacen falta, pero como verás, hace falta mucho espacio.
    Un abrazo !!

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  4. Hombre !! Para que digan que los argentinos sólo hablan, se va viendo a muchos que escriben. Pues no sabía mucho y has empezado a alumbrarme. En los oscuros tiempos del franquismo, la figura de Eva Perón se popularizó mucho (ayudó una ópera Rock con música de Lloyd Webber y versiones posteriores de Madonna y Sinead O'Connor, empeñadas en no dejar tranquila una canción que parecía la predecesora del horror de Celine Dion en Titanic). Supongo que su muerte tan joven contribuyó a mitificarla, y acabó de dar el empujón al populismo más descarnado y desproporcionado. Leo sobre ella y sobre Perón en Wikipedia y tendré que tomar mi tiempo: todo parece complicado y con giros aparentemente contradictorios. Los acontecimientos posteriores, más de 60 años, dan para mucho, con períodos realmente turbios. No sé, hablo con argentinos encantados con el kirchnerismo, otros dicen que es un sistema corrupto. Y no sé que os pasa con chilenos y uruguayos. Si es que soy un ignorante, coño.

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