dimecres, 14 de setembre del 2011

ASALTO EN PLENO DIA

En realidad tenía preparado para hoy el atrasadísimo post sobre el sistema educativo, completito con su entradilla y sus excusas por su retraso. Con el pretexto del reciente regreso de los niños. Pero en la vida hay esas cosas que los cursis llaman imponderables, yo intento no ser cursi aquí, por lo que me cuesta horrores buscar otra palabra, sorpresas no pues no lo define y sonaría demasido a Pedro Navaja, yo que no comprendo algunos de los importantes géneros de la música latina, que tengo buenas relaciones con bossanova, con bolero y con tango, pero no con la bachata ni el vallenato ni la salsa ni el reggaetón. Simplemente algo estalla y eclipsa a lo demás, aunque puede que no sea un estallido, más bién es un amanecer que trae nueva luz y finiquita la noche que había antes. 
La cuestión es que ayer acabé de leer Mantícora, segunda parte de la trilogía de Deptford, de Robertson Davies. Parece haber cierta unanimidad de que esta es la parte más floja de los tres libros (me queda El mundo de los prodigios, pero aún he de diseñar la estrategia para abordarlo). Desde luego que uno puede estar en desacuerdo con muchas cosas pero si calificamos de flojo un libro así, me he de ciscar en toda la obra de Pérez Reverte o Stieg Larsson, por sacar dos nombres a la palestra que me garanticen cierto encarnizamiento en las respuestas. Sí que ocurre que Mantícora no es un libro que se presta a ser devorado como una novela de Ken Follett. Que las dosis aconsejables son de 30 o 35 páginas diarias y que no es un impedimento el andar enfrascado a la vez en alguna otra lectura, pues funciona como un plato principal, como ese intraducible término catalán, el tall de cualquier comida. Puedes acompañarlo de otros platos pero Mantícora siempre será el centro de la mesa. Fascinante en su imaginativo despliegue, en sus puntuales coincidencias con hechos clave de El quinto en discordia, pero a la vez fascinante en preservar cierta condición de obra en sí misma, no sé si soy el sexto en discordia empeñado en contradecir a todo el mundo con argumentos como la intuición o el uso de las imágenes premonitorias, pero sus cotas más elevadas (sus últimas treinta páginas, con la aventura en la cueva como inesperada cúspide que puede suscitar las más diversas lecturas), pueden considerarse como literatura del más alto nivel, aquella que sólo necesita unas cuantas palabras para pintar imágenes, sin atisbo alguno de obra menor pues el pretexto del análisis psiquiátrico del protagonista, es un recurso narrativo para trazar una biografía y salpimentarla de contrapuntos. No son pocas las ocasiones en que uno cierra un libro y sabe que quedará en la estantería solo para meras y puntuales consultas. Ya estoy esperando el momento en que vuelva a abrir Mantícora a la búsqueda de algunas de las sensaciones que pueda haberme perdido esta primera vez. Como muchas grandísimas canciones, encontrando algo nuevo en cada escucha. En las montañas, o en los valles, de día, o de noche.


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